1- Hailey

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No consigo recordarlo pero estoy segura de que hubo un día en el que yo fui feliz: en el vientre de mi madre, en la guardería o quizás en preescolar. No, en preescolar no. Ahí empezaron los problemas. La hija de la profesora estaba haciendo tiempo en nuestra aula esperando a que su madre saliera de trabajar. Era algo mayor que nosotros, debía tener 7 años,  recuerdo que se acercó a mí e intentó enseñarme a atarme los cordones: "Mira, haces una orejita, ahora otra orejita, y después un nudo". No me salía, así que me frustre y le clavé un lápiz en el brazo. Años después me la encontré en los pasillos del instituto y todavía tenía un punto gris en el brazo, me dijo que nunca le llegó a salir la mina. Que se joda. ¿A quién se le ocurre venir a una clase que no es la tuya y enseñarle a niñas de 5 años a atarse los zapatos? Hay que ser prepotente. Siempre he tenido problemas para controlar mi ira, bueno, siempre he tenido problemas. Este es uno de los motivos por lo que me gusta pasar inadvertida: es la única manera de no meterme en problemas. 
Después de clavarle la mina del lápiz en su carnoso y delicado brazo me llevaron al despacho del director. Recuerdo pasarme la tarde entera allí dibujando hasta que me vino a recoger mi madre. El viaje en coche a casa. La charla mientras me bañaba y me ponía el pijama. Yo no le miraba a los ojos. Mi madre levantándome la barbilla y diciéndome que le prestase atención, que estaba mal pegar a otras niñas, que yo no era una salvaje. Pero, en realidad, sí lo era. Los años pasaban y yo los pasaba en el despacho del director, me cambiaron de colegio una, dos, tres y cuatro veces. Nuevos despachos, nuevos directores pero siempre la misma charla al llegar a casa. 

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2022 ⏰

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