Capítulo Siete: «Serios Problemas.»

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-... Y hay dinero en el frasco de galletas y perfume para suplir el gas pimienta bajo el lavabo y... -mi madre hablaba en un tono rápido mientras caminaba de un lado a otro, recogiendo cojines para luego volver a tirarlos pero con más estilo (o eso supongo yo), recogiendo ropa para llevarla a su habitación y meterla en su maleta yo de vez en cuando, si es que pasaba por la cocina, fregar un par de platos.

-Mamá -la corte, quitandole un plato de la mano, el cual ya había fregado unas diez veces-. Tranquila. Ya me dijiste esto unas veinte veces.

Mi madre sonrió con pesar mié tras me quitaba el plato de las manos para así poder secar lo con un paño de cocina.

-Es que me preocupo por ti, cariño -se excuso-. Es la primera vez que te quedas sola.

-Estaré bien -sonreí, intentando calmarla.

-Ah, y recuerda que no puedes traer chicos -dijo, frunciendo los ojos.

-Ya lo sé.

-Y mi número esta en la nevera, igual que el de mi oficina, el del hotel, el de...

-Si mamá, entendido.

-Y...

-¡Mamá!

Mi madre suspiro, alzando los hombros.

-Nunca se sabe, hay que prevenir -dijo mi madre, muy seria.

Suspire y recogí una prenda de vestir grisácea del suelo y se lo extendí a mi madre.

Ella lo tomo y ambas caminamos hasta su habitación, en donde ella armaba su maleta; se iría tres días y tres noches a la capital por tema de trabajo y como no consiguió a nadie que se quedará conmigo yo tendría que quedarme sola. Ella estuvo a punto de arrepentirse, pero su jefe le dijo que si no se presentaba la despediría, ya que ella nunca va a estos eventos por el mismo tema: yo. Al final logre convencerla que vaya. Además de que no la despediran ganará un dinero extra por ir y tendrá una especie de vacaciones; el dinero extra nos viene más que bien y ella necesita unas vacaciones, por cortas que sean, es decir: ese viaje de trabajo, ¡es una ganga!

-Meg... -la voz de mi madre me saco de mi ensoñamiento.

-Mmm... -pregunte, alzando la mirada.

-Esto no es mío.

Dirigí mi mirada al objeto que mi madre sostenía en el aire. Entre sus manos descansaba un cárdigan grisáceo: la prenda de vestir que hace un rato le pase. Lo miraba con el ceño fruncido. Era demasiado grande como para que sea de alguna de nosotras y ella conocía nuestra ropa, tenía claro que no le pertenecía a nadie de esta pequeña y reducida familia. Pero, entonces, ¿de quién era? Frunciendo el ceño, intente ubicarlo. Mierda. Es de Bram. Piensa, Meg, piensa. Una mentira convincente.

-Ah, si -reí. Demasiado falso. Volví a reír, esforzandome más. Ya basta, aún peor-. Es de Bramy.

Ella alzó una ceja.

-¿Tan grande es ella?

-Em, no, es que le gusta la ropa holagada...

-Ah... ¿Seguro que no trajiste ningún chico a casa?

-¿Chico? Pfff... ¿Qué chicos? Yo no me relaciono con chicos, por favor -reí. Ay dioses, ¿qué fue eso?

Mi madre asintió y me lo paso. Con un ademán indique la puerta, para luego correr a mi habitación. Te mi celular y le mande un WhatsApp a mi amigo. "BRAMY. DEJASTE TU CARDIGÁN. AHORA MI MADRE SABE QIE TE GUSTA OCUPAR ROPA DE CHICO EXTRA HOLGADA." Tras unos segundos resiví una respuesta: "¿NO DIJISTE ESO, VERDAD?" "JEJEJE", fue mi respuesta.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2015 ⏰

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