Capítulo 3

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La Avanzadilla, Adiós Dursleys

Narra Lily

Nos han atacado unos dementores y es posible que nos expulsen de Hogwarts.
Queremos saber qué está pasando y cuándo vamos a poder salir de aquí.

Harry y yo copiamos esas palabras en tres hojas de pergamino diferentes cada uno en cuanto llegamos al escritorio de nuestra oscura habitación.

Harry dirigió la primera a Sirius, la segunda a Ron y la tercera a Mione.

Mientras que yo las dirigía a Sam, Alex y Andy.

Hedwig y Black, nuestras lechuzas, habían salido a cazar; sus jaulas estaban vacías sobre el escritorio.

Harry se puso a dar vueltas por su dormitorio, esperando que regresara mientras yo me sentaba en la cama tratando de pensar en lo que acaba de pasar; notaba la cabeza a punto de estallar y tenía tantas cosas en que pensar que no creía que pudiéramos dormir, aunque nos escocían los ojos de cansancio.

También nos dolía la espalda de llevar a rastras a Dudley hasta la casa, y los dos chichones que tenía en la cabeza, el que se había Harry hecho al chocar contra la ventana y el del puñetazo que le había pegado Dudley, nos producían un punzante dolor.

Harry no paraba de dar vueltas por el cuarto, consumido de ira y frustración, rechinando los dientes y con los puños apretados; y cada vez que pasaba por delante de la ventana, lanzaba enfurecidas miradas al cielo salpicado de estrellas.

Pedirle que se calmara era una perdida de tiempo así que me quedé mirando la ventana.

Alguien había enviado a los dementores para que nos capturaran, la señora Figg y Mundungus Fletcher nos seguían en secreto, aunque después de lo que vi no confiaría en el para nada, habíamos sido expulsados de Hogwarts, estaba pendiente una vista en el Ministerio de Magia...

Y pese a todo nadie nos decía qué estaba ocurriendo.

¿Y qué demonios significaba aquel vociferador?

¿De quién era aquella voz tan horrible y amenazadora que había resonado en la cocina?

¿Por qué continuabamos atrapados aquí sin información?

¿Por qué todos nos trataban como si fuéramos unos niños traviesos?

No hagas más magia, quédate en casa...

Al pasar por delante de los baúles del colegio Harry le pegó una patada, pero en lugar de aliviar con ello la rabia que sentía, se encontró aún peor porque ahora tenía que sumar el fuerte dolor del dedo gordo del pie al del resto de nuestros cuerpo.

Los pensamientos de Harry se metían en mi cabeza y no me dejaba pensar con claridad.

Justo cuando él pasaba cojeando por delante de la ventana, Hedwig y Black entraron volando con un débil batir de alas, como dos pequeños fantasmas.

-¡Ya era hora! -gruñó Harry cuando el pájaro se posó con suavidad encima de
su jaula-. ¡Ya pueden soltar eso, tengo trabajo para ambos!

Los grandes, redondos y ambarinos ojos de Hedwig lo miraron llenos de reproche por encima de la rana muerta que sujetaba con el pico y Black también lo miró con reproche sosteniendo una rata mientras yo los acariciaba.

-¿Los han arrapado ustedes? Feliciades- dije contenta acariciandoles las plumas a ambos.

-/¿Un mal día?/- pregunto Hedwig.

-/Creo que peor que eso/- dijo Black.

-Si Black tiene razón ha sido un horrible día- dije dandoles la razón.

Mellizos Potter en la Orden del Fénix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora