Estar al lado de ella transmitía paz, aunque supiera que por dentro todo era un caos. Ella lo disimulaba muy bien, pero a veces eso es peligroso. Te guardas tus respuestas en la mochila cuando te preguntan que tal estás, tapando todo lo que podrías decir por un simple "bien, ¿y tú?".
Cada día la mochila se hace más grande, y eso pesa. Hasta que explota. Y caes.
Me acuerdo cuando la conocí. Éramos pequeños. Siempre estaba cantando, bailando, corriendo para ganarme al pañuelito, le gustaba mucho ganar. Y a mi me gustaba verla feliz cuando me ganaba.
Pero esa luz se fue apagando poco a poco.
Un día ella dejó de cantar, dejó de bailar, dejó de reírse. Nadie sabía porqué. La oscuridad se comió a esa pequeña niña para que apareciera una niña fría. Ilegible. Fría aunque con unas llamas por dentro que poco tardarían en derretir la capa de hielo que se había formado en ella, incendiando todo lo que tocará a su paso.
La gente cuenta esta historia mal. Todos juzgan antes de saber y se guían por los estereotipos que les han inculcado, no ven más allá.
Y me da mucha rabia, porque nadie la conocía. Al menos no tan bien como yo.
Nadie la amaba tanto como yo.
ESTÁS LEYENDO
Sin dolor no siento nada
Novela JuvenilUna infancia feliz. Típica familia de película Americana, pero en Mallorca. Todos los domingos comían juntos y en navidades siempre tenían muchos regalos para ella. Pero Yara era muy pequeña para entender que esa felicidad no duraría para siempre. ...