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Un día, Jimin salió tarde de su casa rumbo a la universidad

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Un día, Jimin salió tarde de su casa rumbo a la universidad. Desesperado por no haber desayunado, se detuvo en la tiendita de la esquina y compró lo primero que encontró: un paquete de galletas dulces y un jugo de cajita. No lo juzguen, era lo primero que agarró porque no había tenido tiempo para comer en casa. Al menos podría disfrutar de esos pequeños placeres mientras esperaba el autobús.

Corrió hacia la parada y se sentó en un banco. Sacó el libro que llevaba bajo el brazo y comenzó a repasar para el examen que se avecinaba. Un joven se sentó a su lado. Jimin lo miró de reojo sin querer. Era guapo, mucho, a decir verdad. Sus facciones eran atractivas y, en particular, sus ojos, grandes y brillantes, capturaron la atención de Jimin. Sin quererlo, su mente comenzó a divagar mientras intentaba concentrarse en sus estudios.

De repente, el joven extendió la mano y tomó el paquete de galletas de Jimin. Sin pedir permiso, abrió el paquete, sacó una galleta y le dio un mordisco mientras miraba hacia el horizonte. Jimin se quedó paralizado por la sorpresa. Era lo único que había comprado, y ahora alguien lo estaba tomando sin su consentimiento.

Agarró entonces el pelirosa también una galleta y se la comió viendo al chico fijamente. Él le sonrió con unos preciosos dientes de conejo, con la comisura de los labios manchada de migajas.

Aunque estaba molesto, Jimin decidió no decir nada. No quería parecer egoísta o grosero, especialmente con alguien que acababa de conocer. Sin embargo, no pudo evitar sentir una mezcla de incomodidad y frustración.

El chico continuó comiendo las galletas con total despreocupación. Jimin, sintiendo una creciente molestia, observó el paquete de galletas. Solo quedaba una. Frunció el ceño, indignado. No podía creer que el chico tuviera la audacia de comerse lo último que quedaba de su desayuno sin siquiera ofrecer una disculpa.

Finalmente, el joven tomó la última galleta del paquete y le ofreció la mitad a Jimin, sonriéndole con una expresión que Jimin encontró encantadora, a pesar de la situación. El chico le entregó la mitad y se preparó para subir a un autobús de color verde.

Jimin, aún anonadado, esperó por su propio autobús, que era de color azul. Cuando llegó, subió con rapidez, sintiéndose algo desconcertado por lo sucedido. Durante el trayecto, mientras seguía con su lectura, sintió un repentino ardor en la garganta y recordó el jugo de cajita que había comprado. Buscó en su bolso, esperando encontrarlo, y se cubrió la boca con la mano cuando descubrió que su paquete de galletas estaba intacto y sellado.

Se dio cuenta de que se había comido las galletas del desconocido y no las suyas. ¡Qué vergüenza! El rostro de Jimin se encendió en un rubor profundo. La sorpresa y la confusión se mezclaron mientras se dirigía a la universidad, sintiendo una punzada de arrepentimiento por el malentendido.

 La sorpresa y la confusión se mezclaron mientras se dirigía a la universidad, sintiendo una punzada de arrepentimiento por el malentendido

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