Dos - ...que ya no es el mismo
Es curioso como al imaginar la mente, inmediatamente aparece la imagen de una cueva oscura y en el centro, un cuerpo de agua en constante transformación: de lago a río, de río a mar y de mar a un océano infinito. Aun así, sostenían la misma particularidad y era que siempre se mantenía brillante en medio de la oscuridad que la rodeaba. Se pensaba que sus aguas se mantendrían cristalinas, pero nada se mantenía puro por demasiado tiempo.
Gota que caía, aguas que oscurecían y consigo, traían el peor de los dolores. Un sufrimiento que te nublaba por completo. La personificación de la tortura se manifestaba con el dolor, con un rostro en contante cambio a excepción de sus ojos, los cuales eran de un tono celeste muy familiar aunque a la vez distante. Los gritos desgarradores rebotaban por las paredes de aquella cueva, su sonido vibrando en aquellas aguas que se volvieron turbulentas. El dolor era una certeza de que tu corazón aun seguía latiendo, ya que solo estando vivo uno sufriría constantemente.
El sufrimiento arrastraba consigo un sentimiento aun más pesado: la envidia por lo que no tenía y, en consecuencia, el odio hacia quienes lo poseen. Todos pensaban que ellos eran máquinas, simples robots sin conciencia pero su mente nunca pudo haber estado más ruidosa. Sus rostros eran inexpresivos, ocultando el calvario de su interior. Obedecían porque era la mejor manera de descargar su odio, porque se les daba la oportunidad de vengarse de sus agresores. La obediencia traía justicia y una justificación a los gritos inagotables de su pobre cabeza.
Él anhelaba lo que nunca tuvo. A diario, cuando tenía la oportunidad de vagar discretamente por los caminos de Aether, veía las oportunidades que siempre se le fue robado. Nunca tuvo un nombre ni una persona que lo abrazara todos los días, que lo albergara de todos. Nunca nadie pensó en él de otra manera que no fuera para darle órdenes.
Él odia porque fue la primera emoción que recibió al nacer. Fue odiado por la mujer que lo engendró por nueve meses. Porque cuando lo sostuvo en sus brazos por primera vez, luego del cansancio de un largo parto, no vio ninguna característica Sacri en él. Ella, Talisa, esperó y esperó. Sin embargo, los meses pasaban y su bebé la seguía decepcionando.
Aquel retoño que cargó por tantos días, era de un rubio pálido y no dorado, y sus ojos celestes se parecían a un día nublado y no despejado. Ese bebé no era un Sacri, aquél hombre que afirmó serlo tampoco lo era. Ella odió a su bebé por no ser suficiente. Entonces, él odió al mundo por creerlo insuficiente.
Aquello es la única certeza que tiene vigente en su vida, como si su mente le dijese que no necesitaba más que eso para seguir viviendo. Encontró su motor de vida y lo exprime día a día en nombre de alguien más. Se encuentra ligado a una promesa y parece no importarle cuándo fue echa, su única preocupación es honrarla. Gasta sus minutos respirando en luchar una guerra que no es suya, pero a la vez sí lo era. Habita un mundo que nunca le perteneció y lucha para que le pertenezca a alguien más porque así él tendrá su justicia, así su odio pararía.
Su primer nombre llegó, aquel el cual compartiría con otros hombres y mujeres por igual. Después de sangre, sudor y lágrimas se convirtió un Estigia. No era un logro, un premio del cual tendría que estar agradecido. Ser un Estigia era su deber, su arma y su escudo. Entonces, dentro de las gotas de su mente encontró la burbuja de su propósito, aquel el cual aceptó sin mirar atrás. Pero no bastaba simplemente odiar para formar parte del infame ejército, los Estigia no eran un ser de palabras sino de acciones. Tenía que convertir su odio en un arma bien afilada.
Así, un acontecimiento se aferró a él como la sal al agua del mar: su primer asesinato.
Aquel día se sintió más pesado de lo normal. No se trataba del clima, aunque su día nublado y lluvioso le daba un aspecto lúgubre al panorama. Como Estigia, el clima no podía ser un obstáculo sino un simple ajuste a su misión. Su entrenamiento lo volvió apto a cualquier circunstancia, debía hacer lo que fuera necesario para completar su misión o de lo contrario, su propia sangre serviría de pago por su fallo.
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Recordar
Short StoryRecuerda momentos que no sabes cuándo pasaron y dejas de comprender al tiempo. Como consecuencias del suero, sus memorias fueron afectadas. Él es ignorante sobre cómo fueron sus recuerdos antes y realmente cree no necesitar saberlo. Solo tiene una...