2. El Club Mujercitas (enero)

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—Inez, ¿estás lista? ¿Traes las cosas? —preguntó Betty, caminando velozmente por los pasillos de la escuela.

—Sí, nena, no te preocupes —respondió Inez a su lado con dos bolsas gigantes llenas de cojines y cobijas.

—Déjame te ayudo.

—Ay, gracias.

Ambas chicas se detuvieron en el pasillo que estaba repleto de estudiantes ya que era la hora de la salida y todo mundo se sentía apresurado para irse lo más pronto posible. Inez le pasó la bolsa, pero al momento de hacerlo, un cojín cayó al suelo.

Betty se agachó para recogerlo y cuando se incorporó ahí estaba James con su mochila en la mano y una linda flor gerbera naranja en la otra.

—Hola, bonita —saludó él con una sonrisa.

—¡Qué lindo, James! ¡Hola! —Regresó el saludo y soltó la bolsa que tenía agarrada para poder abrazarlo de un salto

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—¡Qué lindo, James! ¡Hola! —Regresó el saludo y soltó la bolsa que tenía agarrada para poder abrazarlo de un salto.

Aquel chico de ojos oscuros parecía ser todo un caballero, incluso olía muy bien, su perfume tenía un olor fresco a ciprés. Si yo fuera Betty estaría embobada con su aroma, aunque pareciera una loca.

—Te traje esto —dijo el joven, entregándole la bellísima flor que era la favorita de la chica—. Te la iba a dar antes, pero no te vi en todo el día. Te estuve buscando y no te encontraba.

—Y no me ibas a encontrar —aseguró Betty mientras agarraba su regalo—, llegué tarde a la escuela y tuve dobles horas. Fue un horror.

—Betty, hay que irnos —aseveró Inez sin ser escuchada.

—Lo bueno es que ya estamos juntos, ¿quieres ir a tomar algo? Te invito un pay de piña o una malteada de vainilla, sé que te encanta —propuso el chico.

—¡Betty! —Volvió a insistir Inez y esta vez sí que la escucharon.

—Lo siento, James —lamentó Betty—, hoy es miércoles y tengo reunión con el club, pero podemos vernos cuando acabe. Si es que puedes, claro.

—Okey, no hay problema, nos vemos luego.

—Sí.

El joven, como motivo de despedida, le robó un beso rápido que la tomó desprevenida y la dejó boquiabierta. Eso en otras circunstancias hubiera sido un abuso sexual, pero se han dado tantos besos consentidos desde año nuevo que he perdido la cuenta, así que es más que obvio que en este caso Betty lo dejaba.

—Adiós y suerte en tu club. —Se despidió James con una risa.

À plus tard, mon chéri! —contestó Betty igual riendo y con el ánimo subido hasta los cielos, tocando nubes y volando con los pájaros.

—Betty, Betty, Betty, Betty, Betty —repitió muchas veces, la pelinegra que tenía por amiga, Inez.

—Ya voy, ya voy.

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