Única parte.

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Eran pasadas las 10 p.m y las calles de Corea se encontraban abarrotadas de personas y con una fuerte circulación de vehículos.

En uno de tantos, marca Toyota y de modelo bastante anticuado, iban dos jóvenes en sus veinte años.

El castaño que respondía al nombre Moon Bin, era quien conducía, y quién ocupaba el asiento trasero era Lee Dongmin.

Moon Bin le platicaba sobre su día bastante contento, ya que había conseguido por fin estar a solas con su amor platónico de la secundaria.

Moon Bin se había enamorado de su compañero de clases, pero nunca pudo confesarse a él en aquellos años, era demasiado tímido y tan solo de pensarse a sí mismo dirigiéndole la palabra al estudiante modelo y dueño de sus más profundos deseos, le provocaba ganas de vomitar, un fuerte dolor en el estómago y que sus piernas perdiesen total movilidad.

Y quedar en ridículo delante de él no estaba en sus planes.

Así que durante años simplemente se dedicó a mirarle entre las sombras, apreciando cada bello detalle visible en aquel ser que tanto provocaba un remolino de sentimientos en su interior.

De vez en cuando solía dejarle cartas en el casillero, ese "de vez en cuando" era casi que cadia día, sin dejar en evidencia quién era en realidad. Fue su admirador secreto y nada más.

Moon Bin se había vuelto a reencontrar con él cuando coincidieron en un café dos meses antes, el castaño había ganado más confianza en sí mismo así que tomó el valor de presentarse como su ex compañero de la secundaria y posteriormente invitarle un ice americano a aquel precioso azabache.

Moon Bin se dio cuenta desde la primera sonrisa que le dedicó Dongmin, que aquellos sentimientos pubertos seguían intactos y latentes en su pecho.

Esa tarde charlaron por hora y media sobre sus vidas. Bin había descubierto que su crush se había convertido en un exitoso hombre de negocios, aquella información le hizo sentir ligeramente un perdedor ya que todo lo que tenía era una pequeña carnicería en su barrio. No era un estudiante modelo como Dongmin, no era deportista y no gozaba con las condiciones financieras para aspirar a alguna universidad por lo que terminó heredando el negocio familiar.

Al buen Dongmin poco le importó aquello porque siguió tratándole de la misma manera.

Regresando a la escena del castaño relatando su día, ellos ya estaban llegando a la humilde morada de Moon.

Una vez el chico se estacionó éste llevó a su invitado con todo su esfuerzo hacia su pequeño pero acogedor hogar.

Lo dejó en el sofá mientras él iba a la cocina por unas copas para el vino que tenía bien guardado por ahí en una de las alacenas.

Moon Bin vivía solo desde hace años, era toda una persona independiente a sus veinticuatro años, era conocido por todo el barrio y todos allí le querían y guardaban gran respeto. Bin era un buen vecino, siempre estaba ahí para los demás, siempre tan cordial y servicial.

Volviendo a la escena, con dos copas en su mano derecha, y la botella en su mano izquierda, volvió hacia la sala donde había dejado a Dongmin. Allí, abrió la botella y sirvió ambas copas.

—Este vino te va a encantar—dijo con una hermosa sonrisa dedicada especialmente para su invitado.

Dio un gran sorbo, que dio pie a una velada nocturna en su departamento.

Pasaron las horas y Bin quedó inconciente y borracho, recostado sobre las piernas del chico que le gustaba, lucía sereno y bastante cómodo de esa manera, la sombra de una sonrisa en su rostro con una expresión pacífica lo delataron.

Silencio | BINWOO (ASTRO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora