25|Ser felices.

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La naturaleza de Hanssen es la soledad, en ocasiones permanecer solo ayuda a calmar los pensamientos que se disparan con vehemencia, asimismo es un arma de doble filo que puede hundirte hasta lo más oscuro y bloquearte

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La naturaleza de Hanssen es la soledad, en ocasiones permanecer solo ayuda a calmar los pensamientos que se disparan con vehemencia, asimismo es un arma de doble filo que puede hundirte hasta lo más oscuro y bloquearte.

Se debe encontrar un equilibrio perfecto y es la parte más complicada, él está luchando con los fantasmas de su cabeza, —los de su pasado —, aunque diga que está superándolos una parte sabe que todavía no es así.

Afuera de la casa ya comienzan a caer las copiosas gotas de lluvia, el clima ha cambiado de manera repentina y a Hanssen no parece importarle ver como el cielo se torna en escala de grises. Tomo un paraguas que vi alado de la puerta y salgo para acompañarlo, está en el jardín en un área cercano a los árboles por lo que tengo que apresurar el paso o al idiota le caerá un rayo sin que se lo espere.

—Más vale que entres o te convertirás en cenizas cuando un rayo impacte sobre ti.

—Sería lo mejor para acabar con mi miseria —responde viendo hacia el cielo.

—Y yo quedaría viuda, piensa, aunque sea en mí, zopenco.

Me detengo frente a él poniéndole mala cara ocasionando que plasme una sonrisa pequeña en esos labios carnosos y besables. De sus mechones azules se le han impregnado gotitas de lluvia y su ropa se le ha adherido como segunda piel que parece no importarle.

—Pienso en ti, justo ahora lo estoy haciendo.

—Que cursi eres.

—¿Me quieres así de cursi? Porque puedo volver a ser un serio gruñón que tanto odias —me rio.

Blanqueo los ojos sin perder mi pequeña sonrisa.

—Me has gustado justo como eres con o sin tu versión vomita corazones.

—Mako, ¿crees que no me he dado cuenta que intentas hacerme olvidar la conversación con Hailee?

—¿Quééé? —mi voz sale aguda sintiendo las mejillas hervirme —. Bueno, cincuenta por ello y cincuenta porque no quiero que un rayo aterrice sobre tu cabeza azul.

—Acuérdame teñírmelo de otro color —murmura dando media vuelta para ir hacia la casa.

Mi curiosidad sale a flote cuando voy detrás de él con el paraguas en manos, lo miro de soslayo lucir como si nada hubiera sucedido con su hermana es como si la molestia se evaporara. Es difícil comprender esa actitud, pero no pregunto al respecto.

Hay cosas en las que no quiero inmiscuirme y ser un dolor de cabeza.

—Antes de tenerlo azul, ¿cuál era tu color natural? —nos detenemos bajo el techo del porche para escurrir el agua impregnada en la ropa —. El mío era castaño, pero siempre fue un color aburrido, más adelante pienso pintármelo de rojo y naranja pastel.

—También era castaño.

—¿Hailee tendrá fotos de ustedes? Quisiera ver tu carita de bebé.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora