Capítulo I

3 1 0
                                    


Envidia. Esa sensación que había sentido todas esas veces que veía a una pareja feliz. Eso que me atormentaba siempre que veía una pareja feliz. Eso que me quemaba por dentro al pensar que ellas lo vivían mientras yo no creía en el amor. Por qué no creía, o eso pensaba hasta que apareció él.

Siempre me he considerado una buena persona, tanto, que incluso mis compañeros de instituto se aprovechaban de mí porqué jamás decía que no. Inocente de mí, no me di cuenta hasta que un día me acerqué a ellos y tardaron un periodo de cinco segundos en cambiarse de sitio.

Entre tú y yo, siempre he sido el típico bicho raro al que nadie se acercaba. La chica que iba a clase deseando llegar a casa para encerrarse en su habitación y leer una infinidad de libros apasionantes. La gente infravaloraba mis aficiones, mi manera de hablar, vestir, pensar, etc. Durante muchos años sufrí esa sensación de vacío, tanto interior como exterior, hasta que entendí que ser feliz era decisión propia y decidí ponerme manos a la obra para trabajar únicamente en mí.

Tomé una decisión, cambié mi peinado, mi forma de vestir, mi forma de pensar, incluso aunque fue lo que más difícil me resultó, cambié mi forma de ayudar. Decidí no hacer caso a todos aquellos que se habían reído de mí y me habían humillado durante meses mientras tenía una pequeña esperanza de conectar con alguien que me quisiese tal y como era. Porqué como siempre me han dicho personas de mi entorno:

''Prefiero que me odien por lo que soy a que me quieran por lo que no soy''

Y eso hice, demostrar mi verdadero yo, mi potencial, y por supuesto no volver a ocultar ciertas cosas por miedo a no encajar. Aprendí, que lo único que quería en mi vida eran personas desinteresadas que me quisieran de verdad y me dieran lo mismo que yo podía ofrecerles a ellas.

Verdaderamente, ese proceso de cambio me llevó mucho tiempo, tiempo a solas conmigo misma, infinitas sesiones con profesionales de todo tipo, desde psicólogos, médicos y nutricionistas hasta profesores, familiares, y esa persona que a pesar de todo nunca me había dejado sola, mi mejor amiga.

En este proceso de cambio, aunque aún no haya finalizado se puede decir que estoy logrando lo que un día me propuse. Me propuse a nivel académico repetir curso para sacar la mejor nota a la que puedo aspirar. A nivel social apartar a toda esa gente que no me aportaba nada para estar bien, y a nivel físico y también mental comenzar con una especialista tanto para cuidar mi alimentación como para sentirme mejor conmigo misma.

Había llegado septiembre, lo que significaba que era hora de comenzar esa nueva etapa por la que tanto había luchado por conseguir. Septiembre para mí significa comienzo, nuevo curso, nuevas relaciones, nueva lucha por conseguir mi sueño.

1 de septiembre. Todo volvía a ponerse en marcha. La gente volvía a su trabajo, lugares públicos como escuelas, institutos, sitios de ocio y más volvían a abrir sus puertas.

Durante los diez días siguientes, me dediqué a organizar todo lo que me quedaba pendiente como por ejemplo una de las cosas que más ilusión me ha hecho siempre, comprar material escolar era una debilidad, o bien recoger, rellenar y entregar papeleo para poder darle al ''restart'' de mi vida y comenzar el camino de lo que verdaderamente era mi felicidad.

13 de septiembre. ¿Qué hago aquí? Era la preguntaba que rondaba por mi cabeza cada segundo que pasaba. ¿Por qué la he cagado de esta manera? Era esa pregunta que leída se entiende a la perfección, pero mentalmente no es tan fácil de responder. ¿Quién es esta gente? Me preguntaba cada vez que volteaba la cabeza hacia un lado u otro. Me sentía especialmente rara. ¿Me entendéis? Veía caras nuevas, otras no tanto pero no menos desagradables. El hecho es que era la mayor. Eso para muchas otras personas en la misma situación quizás era un lujo, pero para mí era más bien una inseguridad. He de admitir que no todo eran caras nuevas, pero aun así eran caras con las que nunca había tenido la oportunidad de un contacto, una conversación larga o simplemente una convivencia. Tenía el presentimiento, más bien evidencia de que esas personas no eran las que quería como compañeros durante dos años. Eso me causaba un vacío interno que hasta día de hoy he intentado disimular de la mejor manera que he sabido. Abriéndome un poco a un determinado número de personas, siendo exactos 3.

Dos semanas después. Parece que todo a mi alrededor está yendo genial. Estoy obteniendo buenos resultados a nivel académico y toda pinta increíble en cuanto a hábitos de nivel personal. ¿Si todo va tan bien, de qué puedes tener queja? Es otra de las preguntas que me persigue durante todo el día. Para ser sincera, ni yo tengo una respuesta y eso es lo que me trae atormentada.

Aunque dicen que de todo lo malo puede sacarse algo bueno, hay algo que me impide encontrar ese factor positivo.

Unos días después, vuelvo a escribir en el diario y como de costumbre, traigo pocas noticias positivas.

No se si os ha pasado, espero que no, pero ¿alguna vez habéis tenido la sensación de sentir que no vivís en un hogar sino en un agujero negro? A mí, desafortunadamente me ocurre a menudo. Me encantaría contar situaciones, momentos, palabras, pero es verdaderamente duro. Y si alguien que está leyendo esto me comprende, lo siento muchísimo de verdad.

''Te veo super apagada, nunca nos explicas nada sobre tu vida'' fue una frase que recibí hará cuestión de días por parte de una compañera.

La única respuesta que me rondaba la mente era algo dura, pero a veces la verdad duele. Lo único que se me ocurrió responderle en aquel momento era ''llevo mucho apagada, solo que a medida que pasa el tiempo, comienza a ser inevitable esconderlo''. De verdad me dolía que solo hubiese una posible respuesta por mi parte hacía ese comentario así que simplemente decidí no responderle. Es curioso, nunca me lo habían dicho antes, lo que significa que todo aquello que había intentado ocultar siempre comenzaba a descubrirse.

Miedo.

Tenía miedo, de quitarme mi coraza. Miedo de que volviesen a hacerme daño. Miedo a quedarme sola por segunda vez. Miedo de que volvieran los fantasmas contra los que tanto luché durante años. ¿Deberíamos normalizar sentir miedo? Yo pienso que no. El miedo es señal de que algo o alguien te está fallando.

Sentía mucho miedo de volver a desencajar el puzle que me había costado construir toda una etapa de 4 años. No me gusta quitarme esa coraza, por una cuestión de

miedo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 24, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

E T É R E ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora