En muchas ocasiones he sentido ese mal sabor a boca que me consume, que consigue que esas lágrimas broten por mi rostro, que me hace sentir la persona más infeliz del mundo. Me hace sentir que no valgo para nada, que mi existencia solo es una adversidad para la tierra, en ese momento quisiera desaparecer, quedar consumida en la nada, dejar que en mi cuerpo pierda esa vida que tanto reniego en mí, que me hace disgustarme cuando menos me lo espero. Ese veneno mortífero me mata cada vez a un ritmo mayoritario, me hace resplandecer en el lado de personas innatas para vivir.
Siento como mis pupilas están húmedas, a causa de esas lágrimas traicioneras, que me obligan a abandonar el lugar ocupado por más personas para esconderlas, para fingir que mi alma es una piedra impermeable. Pero siempre caigo.
Siempre caigo, y siempre aprendo a levantarme. La voz de aquella, que es y niega ser mi progenitora, me quiebra. Mi voz ronca responde con indiferencia, a las preguntas de aquellos humanos que saben de mi, por ellos llamados existente odio en mi corazón, pero yo se que es falso.
En el corazón no hay más que sangre, venas y arterias... mi alma... bueno, en mi alma puede que existe ese feroz sentimiento que acaba por matarte. Y soy testigo de ello, puesto que siempre que ese mal trago pasa por algún momento de mi fugitiva vida siento que en en mí arde el veneno, la agonía representa en ella una sensación de flacidez en mi mente. Me hace sentir más adulta, aunque verdaderamente soy una cosa tan diminuta que apenas pueden verme, siento como a cada caída puedo sobre valorar más la situación, la analizo y luego finalmente vuelvo a levantarme, como si aquello formara parte de una mala pasada.
Cada día es igual, su voz pronunciando la palabra ''te odio´´ resalta, me altera, mi piel se eriza y no a causa de la temperatura, sé que es dificil de comprender, cuando apenas puedo enseñarte como mis ojos se humillan ante la situación, sé que es aún más inútil hacer algo cuando lo imposible está de por medio. Ahora mientras permanezco arrodillada contra lo indeseable, levanto, empiezo a caminar, cuando de repente de nuevo una piedra tan pequeña como las moléculas que viajan en el aire microscópica mente me hacen perder el equilibrio y vuelvo a caer sobre el suelo. Pero en seguida, sin antes no en mis ojos humedecerse las lágrimas, que juran salir a cada momento, y hacerme perder las fuerzas y la intensidad de la vida, aprendo a levantarme, pues no hay otra salida. Quedarme arrodillada junto a lo mortífero no me sirve, aunque sé que aunque vuelva a caminar alguien susurrará que soy la persona más malévola por encima de la tierra, sé que volveré a caer por una minuciosa metedura de pata o por alguna adversidad que me impide mirar con claridad. La niebla reina en el lugar aunque tras ella solo se esconden mis virtudes.