Acacia salió corriendo a toda velocidad de su clase, con el cabello cobrizo revoloteándole sobre la cara, no quería perder ni un segundo. Llegó derrapando por toda la casa hasta su habitación, ni siquiera dejó a su instructora terminar con su última frase, se encontró con una de sus amigas y tampoco le dio ni un segundo para hablar, pero es que en ese momento el tiempo valía oro para ella.
Mientras su madre trabajaba en la academia de hechicería, siendo ella la directora y también la principal responsable de mantener a su dimensión fuera de cualquier peligro, a ella le encantaba irse de excursión, algo tenía que hacer si no podía asistir a la escuela con normalidad; su madre no la dejaba, decía estrictamente, que su educación debía ser más cuidadosa. Acacia pensaba que su madre tenía razones concisas para haber tomado esa decisión, pues cada que se le llegó a cuestionar, su madre respondió con un simple pero complicado: "quiero que seas la mejor". Pero hasta ahora no le había dicho la verdadera razón por la que hacía aquello, así que Acacia iba por la vida sin saber que en ella había un poder inmenso, uno incluso más grande que el de las mejores hechiceras de la dimensión juntas.
Le apetecía más viajar sola, por eso a nadie le decía a dónde iba o qué era lo que iba a hacer, incluso si lo decía, corría el riesgo de que su madre se lo prohibiera y la castigara, y no iba a dejar que eso pasara. Tomó una bolsa pequeña en la que guardaba ciertas cosas que le podían ser útiles, como un pequeño frasco de vidrio en el que llevaba una pócima que podría salvarla de envenenamiento, aquella pócima la había hecho ella misma en una clase de pociones, llevaba una brújula pequeña, vendajes y lo más importante para ella: su diario. En el estaban todos los relatos y descripciones ilustrados de todas las dimensiones que había visitado a lo largo de este último medio año, pues fue cuando por fin convenció a su instructora que le enseñara a transportarse.
Agarró su varita con firmeza entre sus dos manos, estirando un poco sus brazos hacia enfrente, cerró sus ojos y dejó que la energía fluyera por cada centímetro de su cuerpo. Aún con los ojos cerrados, pronunció con voz decidida: "duo intervallum", mantuvo su postura mientras sentía una ráfaga de aire rodeando su cuerpo (eso significaba que estaba funcionando).
Su cuerpo comenzó a flotar y la energía giraba en su entorno cada vez más rápido; cada uno de sus viajes era inesperado, aún no tenía la suficiente experiencia ni preparación para poder escoger un lugar en específico, en algo su madre tenía razón, era muy impulsiva y por lo tanto sus hechizos también, así que en realidad nunca sabía a dónde es que iba a ir a parar, pero para su buena suerte, eso era lo que más le emocionaba de todo.
Cuando volvió a sentir sus pies sobre algo firme y su cabello rizado calló nuevamente sobre sus hombros, abrió los ojos.
Estaba en una dimensión muy peculiar a simple vista, todo a su alrededor (incluso el piso), estaba formado por algún tipo de mineral, de un color azul oscuro y cristalino, con tonos platinados y blancos en el centro. Era una vista realmente maravillosa y perfecta.
Sus ojos brillaban con excitación, jamás habría podido imaginar que algo como eso podría existir, era como estar caminando en un cuarzo gigante.
Su concentración era tal, que no fue capaz de percatarse de que el amuleto colgando en su cuello había cambiado de color, lo cual le estaba advirtiendo que corría peligro.
La piedra, una amatista en forma de pirámide, originalmente era de un color lila, y ahora mismo estaba pigmentada en un color rojo sangre. El color ardía, de forma literal, pues Acacia sintió que le quemaba la piel, fue así la única forma en que se puso alerta y empezó a mirar a su alrededor con atención.
Se puso en guardia, con su varita lista en su mano. Aquella piedra nunca había adquirido semejante color, por un segundo tuvo miedo y sus pies empezaron a titubear, haciéndola dar pasos torpes.
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Hopeless Kingdom
FantasySin él, todo era oscuridad. Sin él, su corazón no latía igual, ya no brillaba más. Su corona era dulce, brillante como el sol. Su padre implacable, arrollador como el mar. Su madre era presa y no parecía tener lugar. Si no volvía a saber de él, est...