II. 𝑬𝒍 𝒂́𝒏𝒈𝒆𝒍 𝒚 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 (editado)

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En el remoto pueblo donde vivía, el internet no llegaba del todo, la única señal y forma de comunicación de aquel escondido pueblo era la televisión,misma que entretenía a las masas y hacía pelear por el turno de programación favorita entre los miembros de la familia; recuerdo siempre a mi madre pegada a la pantalla de nuestro pequeño televisor perteneciente a la sala, los tejidos de estambre quedaban quietos mientras novelas mexicanas hacían llorar de drama a ella, de ves en cuando me sentaba con ella a compartir su angustia mientras que también nacía en mí la ilusión de enamorarme y tener una pareja cursi, una vida de cuentos de hadas.

Debo de confesar, que haciendo uso de mi sentido analítico, de niño empecé a cuestionarme muchas cosas... Más bien yo creo que me empezaba a dar cuenta de lo monótona y aburrida que era mi vida. Con mis ocho primaveras me encerraba en una cárcel mental, una donde me imaginaba a mi mismo en una vida de peligro y acción, donde las armas y balas eran mi pan de cada día, y si me ponía aún más imaginativo, podría soñar con ser un terrorista en otra vida con una habilidad especial, ser parte de una organización criminal que planeaba limpiar el mundo.

Recordar eso me causa mucha nostalgia, y de nuevo era un completo idiota, quería regresar a esa inocencia e ingenuidad antes de estar en este punto donde estoy; levantarme por el canto de el gallo, pedalear en mi bicicleta hasta el colegio y al salir alimentar a las palomas de la plaza con mi lonche sobrante para regresar a casa y recibir una reprimenda de mi madre por llegar tarde... Extraño esos días

Pero los años pasaron volando y llegó mi décima sexta primavera.

Era un chico hermoso, no admiraba del todo lo lindo que me sonrojaba ante el sol, y como en invierno mi nariz se enrojecía ante el cambio de temperatura de la temporada.

Y esa tarde, ese viernes «día de quedada de Dostoyevsky y yo» horas antes de ir al bar con Fyodor, practicaba malabares con pelotas rojas en el patio de mi hogar, irónicamente mi rostro se puso en tono rojizo debido al sol y el frío, sin querer queriendo, naturalmente parecía un payaso. Mi técnica en los malabares aún le faltaba práctica, pero iba a estar lista para el festival. Mi emoción estaba por los cielos, y ya solo faltaban algunos detalles para mí show, pensaba en practicar mis chistes hoy con Fyodor, estaba muy emocionado.

Mirando las manecillas de el reloj cucú de la sala, llegó la hora esperada para salir a la cita «si es que se podría considerar eso» con Dostoyevsky; quería ir lo más guapo posible, así que me puse una camisa blanca de vestir, arriba de está un suéter de lana tejido color crema y unos pantalones ajustados color blanco «como siempre, llevaba mi característica trenza en mi cabello» me encantaba como me veía, me mire al espejo haciendo énfasis en en mi culo, lucía completamente sexy.

Como es costumbre en mi persona, tomé mi bicicleta hacía el lugar acordado de la cita, estaba tan emocionado que pedaleaba demasiado rápido para llegar lo antes posible, el viento despeinaba mi cabello, mis corazón bombeaba sangre a una velocidad titánica, realmente estaba muy feliz, el sol en era mi fiel acompañante y poco a poco el bello pueblo se hacía más grande a mi vista.

Flores Amarillas Sobre Invierno • Fyolai Donde viven las historias. Descúbrelo ahora