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– Erwin, no puedo, simplemente no puedo es un idiota de primera y no es empático, no puedo hacer mucho. –

–  Nanaba... – Las posibilidades empezaban a disminuir y Erwin no sabía qué pensar, hasta que suspiro. – Hagamos un trato, si de aquí a un mes el chico no parece recapacitar no seguiremos rogando. –

– ... De acuerdo. – La chica suspiro antes de despedirse del más alto e irse nuevamente a hacer guardia a la celda del guerrero.

El silencio abundaba entre ambas personas de una manera bastante incomoda y el ambiente era pesado, Mike solo se la pasaba recostado, de vez en cuando haciendo ejercicio y hasta el momento solo se habría quitado el Montgomery que llevaba puesto pero ese brazalete rojo no se lo quitaba nadie.

Nanaba se detuvo a pensar un par de segundos en como poder entablar una conversación con el chico hasta que algo paso por su mente, y sin mirarlo empezó a hablar.

– Entonces ¿tienes hermanos menores, como son? –

– ¿Y eso a ti que te importa? –

– Yo también tengo, son dos. – Murmuró sonriendo un poco luego.

– Ajá. –

– Uno de ellos es casi igual que tú, de echo. – Mike llevó su mirada atenta hacia la rubia debido a estas palabras. – en todo aspecto, lo diferente es que el no es un amargado. –

– Vaya, que lindas palabras. – respondió sarcásticamente.

– ¿cuántos hermanos tienes tú? –

– Tres, dos niños más y la única nena es la menor. –

– Y supongo que es tu consentida. –

– La de todos... en casa. – Mike pareció afligirse, y Nanaba lo notó.

– Hey ¿que sucede? –

– Es... demasiado angustiante, lo más lejos que e estado de mi familia es cuando teníamos que entrar al campo de batalla, y... –

– Lo entiendo... –

– Supongo... –

Nanaba lo miró de manera atenta, al notar como las manos del rubio se apretaban al igual que su mandíbula algo se apretó en su pecho, suspiró y abrió la reja para luego ingresar a la celda.
Sin mucha confianza se sentó a su lado y su mano de manera temblorosa se posó sobre la espalda del chico.

Tal pareció que fue la gota que desbordó el vaso, el rubio estallo llevando sus manos a su cabeza, empezando por un sollozo que empezó a convertirse en un llanto un tanto incontrolabre.
Los ojos de la rubia se abrieron ante la sorpresa se haberlo visto así de roto, indefenso, una imagen tan diferente a la cual había visto y sin haberse dado cuenta ya se encontraba abrazando al rubio quien se encontraba oculto en parte de su cuello mientras empezaba a calmarse de apoco siendo que las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas.

– ¿Mike?... – No hubo respuesta.

La rubia miró al rostro de este quien ya se encontraba dormido sobre su hombro, en ese momento se dió cuenta que el chico solo se escondía bajo un caparazón solo para no demostrarse tal  y como era, suponiendo que era debido a los claros protocolos de las reglas de su nación.

– Ya veo... – Nanaba lo recostó con cuidado para luego levantarse y así irse cerrando la celda detrás suyo.

Mike al momento de escuchar los pasos alejarse y la puerta del recinto ser cerrada abrió los ojos dejando que una leve sonrisa decorara su rostro.

Mío Dolce nemicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora