Selene Moonligth

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Hace mucho tiempo la familia Moonligth, anciaban unir su reino con un reino cercano. Pronto su deseo fue consedido cuando nació Selene Moonligth, una hermosa niña, blanca como la nieve, sus cabellos eran plateados cual rayos de luna, ojos grices y almendrados con pestañas negras como la noche y labios rojos cual carmin. Su padre mi abuelo era albino como ella y mi abuela era una hermosa mulata, su piel era tan obsura que parecia que la noche le había regalado el don de su oscuridad. Era una mujer tan hermosa que muchas mujeres envidiaban tal belleza, su sonrisa era tan calida y maternal, sus cabellos negros y risados eran tan largos que llegaban abajo de la rodilla, siempre peinado en una trenza, adornado con los colores de sus ropas. Mi abuelo a pesar de tener a una belleza como esa a su lado, siempre buscaba un pecho ajeno dónde acorrucarse, morenas, rubias, altas, chaparritas, flacas o gorditas, siempre era una diferente. Mi abuela tenía la creencia de que mientras el abuelo era feliz buscando otro cuerpo que le calentara ella era felíz con si felicidad. Mi abuela nunca busco quien calentara su pecho mientras el abuelo no estaba, ella preferia, cantar mientras cepillaba el cabello de su hija, mientras le enseñaba como ser una reina. Mi madre crecio con buenos modales, y a la corta edad de 12 años se había casado con Helios Sunshine, poco tiempo despues nacimos mi hermano y yo. Mi abuela al igual que mi mamá se caso a los 12 años, cuando mi mamá cumplio los 12 mi abuela tenía 24 asi que pude disfrutar la juventud de mi dulce abuelita, sin embargo los esposos eran mucho mayores. Mi abuelo tenia 42 cuando se caso con mi abuela, y mi padre tenia 33 cuando se caso con mi dulce madre. Era muy normal en mi pueblo casarse asi de joven, esto debido a que las mujeres sangraban a esa edad, y esto decía que estaban listas para el matrimonio. Y los hombres después de los 20 estan listos para casarse, mi abuela nos decía que era por que las mujeres maduraban mucho antes que los hombres. Mi abuela era muy sabia y como me encantaba escuchar sus historias. Cuando cumplimos los 5 años, nos mudamos al que sería nuestro reino.  Sin embargo no quería irme sabía que si me iba ya no iba a escuchar las historias de mi abuelita, y ya no iba a ver las estrellas de sus ojos. Ver a mi madre abrazando a mi abuela, era como ver a la luna siendo rodeada por la calida noche. Me despedi de mi abuelita con gran pesar en mi corazón, sabía que nos visitarian pero, aun no me iba y ya la extrañaba. Mi madre me tomo en brazos mientras subiamos al carruaje de oro y plata, cantando para tranquilizarnos a mi hermano y a mi. Mi padre era de piel blanca, pero no tan blanca como la de mi mamá, sus ojos eran de un color violeta-rojizo como el atardecer, su voz era gruesa y profunda, fornido, varonil, gallardo, todo un hidalgo. Al llegar a nuestro castillo, les pusieron unas tiaras en la cabeza, como las que mi mamá nos hacía con flores y ponia sobre nuestras cabezas. Los de ellos eran mas grandes y brillaban como rayos de sol. Mis padres se veian muy felices, después de coronarlos hubo un baile, yo estaba aburrido asi que me fui a mi cuarto, no sin antes robar algo de comida primero. Al llegar a mi cuarto me sente en la cama y comi hasta que me vencio el sueño. Era ya muy noche cuando senti el calor de mi mamá abrazandome, al verme con la cara llena de restos de comida, me limpio y me llevo a su cuarto, mi papá se veía asustado y Yugi estaba dormido a su lado.

-Estaba en su cuarto, al parecer comio más de lo debido.-
-Hijo mio me asustaste mucho, ¿Por que te fuiste asi del banquete?-
-Es que estaba aburrido...-

Cada año había una fiesta en el palacio, crecí rodeado de sirvientes, que hacían casi todo por mi. Sin embargo nunca pude acostumbrarme a eso. Cuando tenia 10 años, me vestía yo solo, al contrario de mi hermano que si dependia de ellos.

Yugi a diferencia de mi era todo un príncipe, apuesto, galante, educado, yo por otro lado era rebelde, me gustaba estar con mi pueblo y ver sus necesidades directamente, era tan unido a ellos que al verme me invitaban a comer, al finalizar el día siempre volvia lleno de lodo, polvo, tierra pero era felíz haciéndolo, e incluso llegue a alimentar a los puercos, vacas, becerros, caballos, burros y gallinas de mis aldeanos. Mi hermano decía que yo le daba vergüenza, pero me daba igual. Mis padres, estaban orgullosos de mi y de Yugi. Por que cuando el paseaba por el pueblo todos hacian reverencia, pero al verme a mi, era como si vieran a un hermano, un hijo o un primo.
Nuestro pueblito era muy alegre y cada 29 de Abril había un festival, al cual Yugi siempre se resistía a ir, por que siempre se ensuciaba y por que le repudiaba el olor nauseabundo de nuestros súbditos. Odie como nunca a mi hermano y revente.
-Eres un grandísimo estúpido Yugi... Esa gente trabajaba arduamente, para que nosotros podamos vender nuestras riquesas con los reinos vecinos, nuestro estatus social es gracias a esas personitas, nosotros estamos para servir a nuestra gente, brindarles nuestra sangre y sudor para protegerlos del enemigo. Estamos aquí por una razón y esa razón es servir a nuestro pueblo a nuestra gente. Ellos se levantan con el sol, comen poco y trabajan mucho para que tu luscas esa ropa que no quieres ensuciar, eres un idiota que no puede ponerse los zapatos solo. Despierta de tu sueño, esto es el mundo real, nos necesitamos mutuamente para subsistir. Si no captas eso no deberías ser príncipe, maldito bastardo.-
Tome mi caballo y me fui al festival, no me importo hacer llorar a mi madre ni a mi hermano. Esas personas son mi pueblo y voy a defender los incluso de mis parientes.

El Reino del EclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora