1

3 3 0
                                    

Miro el reloj y veo que voy media hora tarde al trabajo, el despertador no sonó y yo que soy muy perezosa me quedé en la cama.

Choco con un par de personas pero no les hago caso, mi celular suena en mi bolso, trato de buscarlo pero, cómo no, tropiezo con alguien de frente y caigo al suelo; me levanto apresuradamente, recojo lo que cayó al piso y observo al muchacho que está en frente de mi, no debe pasar de los 25 años, me disculpo;  en su rostro hay algo muy familiar, se me estremece el cuerpo al recordar a la persona con la que se asemeja, pero solo debe ser mi imaginación, me ayuda a recoger y me tiende su mano.

- ¡Perdón!, no estaba mirando por dónde caminaba.

- No te preocupes, yo tampoco estaba atendiendo mucho -digo mientras sigo recogiendo las cosas que cayeron de mi bolso.

- Me llamo Alexander.

Siento un corrientazo en mi cuerpo por que el recuerdo que viene a mi mente me hace doler el corazón, trato de disimular.

- Mucho gusto, Rebeca.

Y así me doy la vuelta y sigo mi camino bastante apresurada ya que voy más que retrasada.

Llamo al número causante de mi tropiezo y los gritos de mi amiga Dani al otro lado de la línea por mi tardanza me aturden al instante.

- ¿Dónde estás, Rebeca? vas demasiado tarde.

- Lo siento, mi despertador no sonó, ya sólo me falta una calle para llegar.

- Vale, te espero en la sala de terapias, el paciente ya está preparado.

- Ok, enseguida llego.

Llego a mi trabajo y organizo las cosas en mi escritorio algo apresurada, pero algo capta mi atención.

¡Mi diario no está! Dios, se me debió haber caído cuando tropecé. ¡Madre mía!

Pero no es tiempo para pensar en eso, es muy importante para mí pero las terapias de fisiatría no pueden esperar.

Llego a la sala y el paciente me recibe  con una sonrisa encantadora, es increíble cómo las personas pueden sonreír a pesar de lo que les está pasando.

- Buenos días, doctora Rebeca -dice el Señor Hernández, paciente que atiendo hace 3 meses.

- Buenos días Abue, ¿cómo se siente hoy?

Dani y yo le decimos Abue, es una persona muy buena y desde que llegó para atenderlo debido a una caída de escalera, le cogimos mucho cariño.

- Bien, hoy me siento mucho mejor. ¿Por qué tardaste tanto?

- Es que se le pegaron las sábanas -Dani habla por primera vez-

- Buenas a ti también -digo con una sonrisa y la abrazo-

- Es normal que les pase, a mi cuando era joven también me pasaba -dice Abue y ríe por lo bajo- Bueno, pues empecemos con los ejercicios.

- Claro que si

En cuanto terminamos con la terapia de el señor Hernández le cuento a Dani lo de mi diario, sólo ella sabe lo importante que es eso para mi.

- En serio estoy que me quiero morir, es mi diario, ahí está escrita la historia más importante que he tenido.

- Sé lo importante que es para ti, pero sólo toca esperar a ver si el muchacho te lo devuelve.

- ¿Cómo quieres que eso pase si ni siquiera nos conocemos?

- Suerte, quizás -dice ella encogiéndose de hombros-

Bueno, supongo que sólo toca esperar; Así terminó mi almuerzo y seguí con mi día sin quitar ese pensamiento de mi cabeza.

#

HOLAAAAAA!!!!

Esta historia tendrá un reencuentro después de muchos años y algunos sentimientos encontrados.

Espero les guste.

Mua

Diario de una chica enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora