Pan en cajeros...

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Después de haberme recorrido Madrid a pie, bajo la lluvia, estaba en la casa de un desconocido.
Llevaba mi botella de Vodka en la mano y tarareaba la canción que estaba sonando por los altavoces mientras me dirigía a la cocina a servirme un vaso de mi bebida.

- ¿Dónde echo esto? - le pregunté al chico dueño de la casa.

- Pilla una taza de ahí arriba - dijo, para después girarse y salir de la cocina, dejándome sola.

Desde allí podía escuchar a los desconocidos bailar y cantar las canciones de reggaeton que habían puesto. También veía la puerta principal y el pasillo, por lo que escuché perfectamente el timbre cuando éste sonó.
Me giré hacia el salón, esperando que alguien fuese a abrir. No fue así. El timbre sonó de nuevo y me acerqué al telefonillo.

- ¿Sí?

- Soy Marcos - dijo una voz que me resultaba conocida -. Abre.

"Marcos". Recordé que Daniela, la cumpleañera y mi amiga, me había dicho que un chico de nuestra clase se iba a pasar por allí, así que di por hecho que era él, y pulsé el botón del telefonillo para dejarle pasar.

Un minuto después, cuando ya tenía mi taza de Vodka con limón en la mano, sonó el timbre de la puerta principal. Esta vez alguien se acercó a abrir, así que fui al salón con el resto de gente.
Saludé a Gisela y a Lola, mis compañeras de clase, y me senté con mi taza de Mickey Mouse a observar a los desconocidos que había dejado pasar a una casa que no era la mía.

El chico que había llamado a la puerta era, en efecto, mi compañero de clase. Se trataba de un chico alto que llevaba la capucha de su sudadera puesta, de donde se asomaban algunos mechones de su pelo rizado. Llevaba una braga negra al rededor de su cuello y sujetaba un cigarrillo en la mano, adaptándose a la perfección al estereotipo de cani fumeta.
Detrás de él, con dos barras de pan en la mano, entró otro chico que me sonaba de haber visto por los pasillos del instituto. Creía recordar que se llamaba Álvaro, pero no estaba segura. Llevaba una sudadera azul y roja con un abrigo encima, que dejó en la mesa junto a las barras de pan que habían traído. Después, se apartó el flequillo negro que le caía sobre la frente para girarse hacia el último chico. Éste me llamó la atención. Era alto y tenía el pelo negro y ondulado. Llevaba unos pantalones verdes y naranjas con un escudo de fútbol bastante feos, pero aún así le quedaban bien. Me parecía guapo... Bastante guapo. Juraría que era amigo de Marta y que ya había hablado con él antes, pero no me acordaba de su nombre.

Después de haberles analizado, volví la vista hacia Lola, que observaba sus zapatos con demasiada intensidad para estar en una fiesta con gente que ella conocía. Le ofrecí algo de mi Vodka para que se animase y la acompañé a la cocina a por un vaso en el que servirse.
Entramos a la habitación, en la que resultaron estar los tres chicos, charlando de cualquier estupidez.
Saludé al entrar, y mi compañero de clase me miró.

-Vosotras vais a mi clase - dijo.

Lola asintió mientras se llenaba el vaso. Yo me giré a los otros dos chicos y les saludé.

- ¿He hablado con vosotros antes? - pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Los chicos se miraron entre ellos. Se parecían tanto que podrían ser hermanos.

- Creo que sí - contestó el que no se llamaba Álvaro -. Eres amiga de Marta, ¿no?

Asentí, y le di un sorbo al líquido de mi preciada taza.
Me giré hacia Lola, para ver si quería volver al salón, pero estaba hablando con Marcos de algo que no me interesaba. Terminé apoyándome en la encimera, al lado del chico de pantalones verdes.

- ¿Tú como te llamas? - le pregunté.

- Alex.

- Bien Alex, soy Clara - dije, tendiéndole la mano que luego aceptó.

Qué bonita la luna...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora