II

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La tenue luz del sol que se colaba por las delgadas puertas de papel termino por despertar al vastaya agradecido de haber podido dormir lo que necesitará sin que su madre lo pusiera a limpiar. Después de todo esas fechas eran sus vacaciones también y lo que más había esperado era descansar y pasar tiempo con su mamá, sin contar para nada la presencia de otra persona.

La cual pensando en, abrió los ojos solo para toparse el futon a su lado perfectamente acomodado, indicando que Aphelios había despertado mucho antes que él.

Aun un poco somnoliento, se levantó con pesadez, dejándo sus colchas sin tender salió de la habitación. Se dirigió a la cocina donde miró todo en orden, excepto por su desayuno que le esperaba en la pequeña mesa en el piso.

¿Que tanto había dormido? Recorrió la casa hasta llegar al salón de estar, donde finalmente encontró a su mamá y al lunari juntos sentados sobre el suelo, tejiendo.

—Buenos días, cariño.—La mujer vastaya le saludó afectuosamente al verlo entrar.—Deje tu desayuno en la mesa, espero que no se haya enfriando tanto—Comento preocupada.—¡Dormiste mucho!—Se río, cubriendo su boca. Observo al otro quien solo lo miró antes de seguir bordando.

—Buenos días, mami.—Le respondió, antes de enfocarse en el otro.—¿Le enseñaste a tejer?—Se burló.—¿No es solo para mujeres eso?—Se cruzó de brazos, apoyándose en el marco de la puerta.

—Eso es porque tus manos son toscas y torpes.—Se defendió el lunari sin voltear a verlo, concentrado en sus puntadas.

—Tiene razón, Sett. Aphelios tiene los dedos tan delicados y un pulso perfecto.—Le alegó.—Es muy bueno.—Sett frunció el ceño, no esperando ser insultado de regreso. Su mamá le pasó una caja llena de bordados y tejidos rojos con dorado.—Ahora ve a colgar estos por toda la tienda y el exterior también.—El vastaya tomó la caja entre sus manos.—Para que este año sea igual de abundante que el anterior.—

Sett no objeto ante eso, aunque no creyera mucho en esas tradiciones. La abundancia que estaban recibiendo era gracias a hacer crujir los cráneos de otras personas, que sonaban igual que un saco de monedas en sus manos.

Simplemente tomo la caja e hizo lo que su mamá le ordenó, no sin antes comer el desayuno que le había preparado con mucho amor, aunque ahora estuviese frío.

El resto del día paso tranquilo, ya sin el contratiempo de haber llegado como el día anterior. Tanto él como Aphelios, continuaron limpiando el resto de la casa, ahora de forma más detalla mientras su mamá seguía encargándose de los ahora más pocos visitantes que seguían llegando a la tienda; muchas caras nuevas suponiendo que eran familiares de sus habituales clientes.

Estaba seguro que era el último día que su mamá abriría la tienda, año nuevo era en tan solo dos días y tenía que preparar todo y descansar por igual.

Ese día él y Aphelios casi no habían interactuado verbalmente, limitándose a solo trabajar juntos en silencio y dándose miradas de disgusto, sobre todo cuando su mamá trataba tan afectuosamente al de cabello azul a pesar de ser casi un extraño.

Sett siempre se había alegrado de no tener hermanos para no tener que compartir el amor de su mamá y estar seguro que él era a quien quería más en ese mundo, sintiéndo amenazado por ratos ese puesto ahora.

A la hora del baño, Sett decidió entrar primero para tener que ahorrarse la incomodidad del día anterior en el lunari, así cuando lo vio entrar a la gran tina al aire libre, el vastaya se levantó y salió sin más, sin ponerse a pensar que al otro le molestaría verlo desnudo.

Se preguntaba si Aphelios se iría mañana o pasado para pasar año nuevo con su familia, pero dudaba mucho que ese fuera el caso. "Quizá no tiene a nadie más en este mundo." Rezonaban las palabras de su mamá en su cabeza.

Año Nuevo Lunar (Settphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora