IV

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El vastaya despertó como de costumbre, esperando ver al lunari dormido a su lado como el dia anterior, pero para su desgracia (Y sin saber porqué se sentía así) sólo encontró el futon perfectamente doblado sobre el piso de tatami.

Suspiró mientras se estiraba; seguramente ya estaría desayunando o ayudándole a su mamá con las labores del hogar, dado que la tienda seguiría cerrada por un par de días más a lo que su mamá le había comentado, alegando el hecho que no podrían darse el lujo de permanecer cerrados hasta el festival de las linternas, como otros locales si hacían.

Se levantó agradecido que esta vez había despertado sin ningúna sorpresa, por lo que empezó a cambiarse para salir a enfrentar el día, dejando la yukata con la que dormía para colocarse un par de pantalones y una camisa sin mangas, entallada a su figura. Tendría que traer más ropa la próxima vez; la que tenía en su antiguo cuarto comenzaba a quedarle pequeña. Podría donarsela a su compañero de habitación pero sabía que le quedaría enorme... Aunque sería adorable verlo con su ropa 3 tallas más grandes.

Sacudió su cabeza sin querer pensar en porqué le llegó ese pensamiento y deslizó las puertas saliendo al pasillo donde rápidamente olió su desayuno esperando por él en la mesa, aunque cuando se dirigió a la cocina esta se encontraba solo con sus platos con comida en la mesa. Había dormido de más esa mañana.

Se sento a devorar todo antes de que se enfriara más, escuchando las sutiles risas de su mamá en el cuarto de a lado, la sala de estar, probablemente en compañía del chico de cabello azul, por lo que el azabache se apresuró en comer todo más rápido para poder levantarse y unirseles.

Tomo un vaso de agua para ayudar a pasarse el bocado de arroz con el que se estaba ahogando por querer apurarse y no estar solo más tiempo, comiendo en tiempo récord y apresurandose en lavar todo, para su mala suerte también estaban los platos de los demás ocupantes de la casa, los cual no tuvo de otra más que lavar y acomodarlos, secándose las manos en sus pantalones mientras volvía a salir del pasillo para entrar a la sala de estar, donde se topo a su mamá cociendo los detalles finales de una gran cabeza de león.

—Buenos días cariño.—Le saludó la mujer al notar su presencia, haciendo que el de cabello azul también volteara.

—Buenos días, Sett.—Le saludó por primera vez con una leve sonrisa en el rostro mientras terminaba de cocer una prenda entre sus manos.

—Buenos días.—Les respondió a ambos adentrándose al salón, donde su mamá le estiraba la cabeza de león para que la tomara.—¿Ya esta listo?—Preguntó.—¡Te quedó perfecto, mamá!—Exclamó como un niño emocionado, sentándose en el piso junto a ellos.

—Solo me falta terminar tu traje, pero aún hay tiempo.—La vastaya le acarició los azabaches cabellos a su hijo, cuidando sus orejas.

—¿Tú traje ya esta listo?—Bajó la cabeza para voltearla a ver, solo notando como ella se llevaba el dedo índice a la barbilla, rascándose nerviosamente con una sonrisa.

—Sobre eso, Sett, cariño... No participaré contigo.—La mirada del vastaya se amplió y sus orejas se elevaron, algo que el mismo lunari noto y dejo de cocer para mirar la escena.

—¡¿Que?!—Preguntó sorprendido.

—Creo que es tiempo que bailes con alguien más.—Volteó a verlo, aunque luego volteo al azabache, seguido de su hijo.—Aún tienen tiempo de practicar.—Fue el turno de Aphelios de sorprenderse, dándose cuenta que hablaban de él, separándose del traje que estaba cociendo para verlo bien.

—¿E-Esto es... Para mi?—Observó bien el saco del traje en el que había estado trabajando; una chaqueta roja con detalles dorados. En primer lugar nunca se le ocurrió para que era, él sólo había obedecido lo que la vastaya le pidió y por un momento creyó que era ropa para el vastaya, aunque claramente no iba a entrarle jamás.

Año Nuevo Lunar (Settphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora