Había algo honestamente exasperante en la forma en que ese- ese hombre se manejaba a su alrededor.
Todo sonrisas y confianza y músculos y bromas con dobles sentidos que le hacían hervir la sangre y necesitar todo su autocontrol para mantenerse a raya y no-- ir y borrarle a golpes esa maldita sonrisa coqueta.
Steve le juraba a Dios, si es que había uno en el cielo, o a quién sea que tuviera la buena disposición de oírlo; Ese hombre lo iba a matar. Si no de una taquicardia, entonces de una vena explotando gracias a todas sus provocaciones.
Y lo peor es que ya no podía culparlo a su imaginación. No podía aferrarse a la posibilidad de que todo esto era un pobre hombre con poco tacto que no comprendía las bases de las conversaciones humanas y las reglas internas que prohibían hacer chistes homoeroticos como forma de saludo.
No. Steve estaba ya más que convencido que ese hombre estaba haciendo todo esto para provocarlo. Provocarlo y conseguir quién sabe qué. Entretenimiento gratuito de verlo hecho un manojo irascible de nervios a lo menos; a lo más, una puta orden de alejamiento.
Y no era tampoco que cada palabra que saliera de su boca fueran chistes vulgares. Oh no, señor. De echo, era más común que no los usara tan a menudo; como sabiendo que abusar de esa arma secreta terminaría últimamente quitándole el impacto y la sorpresa necesaria para ver el escándalo y los colores subiéndole a la cara a Steve (colores que Steve negaba que fueran producto de nada más que ira).
No, el problema aquí era que cada otra palabra que salía de su boca: cada sílaba y sonido que soltaba, componían en su totalidad un ataque directo a su autocontrol y cordura.
Por ejemplo, aún podía recordar la primera vez que se vieron; recitar con exactitud sus primeras palabras.
Steve estaba dando clases de matemáticas a los de recién ingreso esa vez, apenas dos días dentro del semestre. Reinaba la paz en la clase, como en todas las que impartía; todos resolviendo ejercicios o escuchando música mientras se concentraban. Silencio. Paz.
Calma, tal como le gustaba...
Eso, claro, hasta que un sonido estruendoso y horrible lo hizo saltar de su asiento.
Dos parpadeos y una descarga de adrenalina fue lo que le costó asimilar que algo había entrado por la ventana y chocado con la pared del frente. Un alumno apoyado en ella dio un salto al escucharlo, presumiblemente durmiendo antes de todo el alboroto.
Con la situación ahora más asimilada pero no por ello menos alarmado, Steve se levantó del escritorio y se acercó al centro de la sala. Por un lado miró la ventana abierta (Gracias al cielo. No sabía qué habría hecho si se hubiese roto el vidrio), y por el otro la pared. Sus ojos bajaron un poco para toparse con un balón de football.
— ¡Devuelvan la pelota! — Escuchó un grito desde afuera. Posiblemente de quién la había lanzado, quizá un alumno de último curso.
Levantándola del suelo y ahora si asimilando toda la situación, se acercó a la ventana con toda la intención de devolverla y darle un poco de su opinión a ese imprudente. ¡Además de perturbar la paz en su clase, no mostraba remordimiento por ello!
Marchó con paso firme las tres zancadas que tuvo que dar para llegar a asomarse por la ventana. Indignado, sacó la cabeza y miró hacia abajo, no pudiendo evitar la ligera sorpresa al ver que en vez de encontrarse un alumno rebelde perdiendo clase, se topó con la cara de un hombre ya adulto mirándolo con cara impaciente.
Y entonces lo escuchó.
— Vamos cielo, no tengo todo el día para que me admires desde allá arriba. Te dejo tocar mis bíceps si me regresas eso que traes, ¿Qué te parece? —
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Love is sometimes fought as War [CapSteve - Funkin HS Days]
FanfictionEl cómo va cambiando a través del año la relación entre el profesor nuevo y el de educación física. [❗Historia y Proyecto +16❗]