oɹǝɯn̗u un olos sǝ pɐpǝ ɐ˥
Lila Kondō es una universitaria de 22 años que estudia administración de empresas. Un día en el campus, escucha susurros de los demás estudiantes diciendo que había un niño llorando por el pasillo.
Unos cuantos pasos más...
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Pov Lila Kondō
—Entonces, queda de tarea que hagan una presentación sobre los tipos de comercio para el siguiente lunes— dijo la profesora Utahime para acabar su clase de comercio y negocios internacionales.
Salimos todos los alumnos del aula, está fue mi última clase, eran las 3 de la tarde, me moría de hambre.
Caminaba por el pasillo que daba a la cafetería (que era el punto de reunión de todas las facultades), escuchaba entre susurros y murmullos que había un niño llorando cerca. Me dio un poco de intriga pero, esperaba que el pequeño estuviera bien.
Cerca de la entrada de dicha cafetería, se encontraba aquel infante que todos veían y no hacían nada para ayudarlo, era un niño de entre 5-6 años, con una bonita tez pálida y un cabello negro azulado, de sus ojos azules salían grandes lágrimas que mojaban sus largas pestañas y sus mejillas coloradas.
Me acerque a él para ver si podría ayudarlo, me hinque enfrente, puso su miraba en mí.
—Hola, ¿Cómo te llamas?— inicie una conversación con él.
—Me-megumi— me contestó tomando aire porque el llanto que llevaba lo había dejado sin éste.
—Mucho gusto Megumi, soy Lila— le dije para estirar mi mano y nos diéramos un apretón —¿Estás perdido?— le pregunté al azabache.
—S-si, no encuentro a mi papá— me dijo.
—¿Tu papá es estudiante?— cuestioné, él solo negó —¿Trabaja aquí?— le hice otra pregunta.
—Sí, mi papaguro es profesor de historia aquí— dijo un poco calmado ya.
—Esta bien, ¿Qué te parece si te compro un juguito de manzana para que estés más tranquilo y después te ayudo a buscar a tu papá?— dije con una sonrisa amable.
—¡Sí!, gracias señorita Lila— me dijo emocionado, para tomar mi mano y entrar a la cafetería por su jugo y yo por una agua mineral.
Nos sentamos en una mesita para que Megumi pudiera tomar su juguito en calma, se veía más contento y sereno, yo mientras tanto pensaba en dónde buscar al profesor el cual era su padre.
El único lugar era la facultad de filosofía, dónde impartían esa materia a las carreras de ésta misma, sin embargo, no conocía a los encargados de ahí.
Termino su jugo el ojiazul, con su manita agarrada a la mía nos dirigimos a dicha facultad, en la planta baja del edificio no había nadie, así que subimos al primer piso.