Surgimiento

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Como toda princesa desde mi nacimiento fui literalmente una bendición para mis padres y después una maldición para mi Reino y para mi misma. Pero eso no se los puedo contar aún, primero hay que dar un poco de contexto y así será más fácil para todos.

Mis padres, el Rey Roth y la Reina Venus del Reino de los Volcanes deseaban con todo su ser tener un hijo y heredero qué cuidara del Reino, pero...desgraciadamente mi padre en su juventud tuvo un incidente qué ahora no le permitía tener hijos, pues el mismo no tenía control de su propia alma. Así que para cumplir su deseo de ser padres, mi padre tuvo que suplicar qué su poseedor le permitiera tener devuelta su fertilidad. Pero habían ciertas condiciones qué no se podrían evitar.

– Si deseas esto más que nada, aceptarás mi costó— exclamó una voz proveniente de las sombras.

Si no hay otra opción...— contestó mi padre.

– Claro que no la hay...— dijo entre risasel trato será así...este será tu único hijo, no más!— grito.

– Esta bien...que más!?— mi padre refunfuño.

– Y...tu niño, estará maldito— su risa hizo eco por todo el lugar.

Maldito!? Qué mierda quieres decir?— mi padre grito molestó.

– Tu hijo será como tu, odiado y apartado...y terminará muriendo, solo que para el o ella, no habrá regreso— una gran sonrisa brillante resaltó entre la oscuridad.

– Como te atreves!? No puedes— el lo interrumpió.

– Adivina que...ya lo hice! Felicidades, seguro serás un padre grandioso!

Con el eco de sus risas qué sonaban en la oscuridad se hiban desvaneciendo, el se había ido, dejando a mi padre con las maldiciones en la boca.

Mi padre era un hombre honesto, y aunque sabía que seguramente la noticia destrozaría a mí madre, sabia que era lo correcto. Mi madre era una mujer recia y amorosa, le dolió saber que su futuro y único hijo estaría destinado a la miseria y probablemente a una muerte horrible. Incluso estaba dispuesta a abandonar su deseo, y más si eso significaba qué su hijo sufriría.

En cambio mi padre se negaba a aceptarlo, quería una familia tanto como mi madre la quería. Finalmente convenció a mi madre que arreglaría las cosas y que me protegería de cualquier mal.

Y bueno así nací yo, princesa del Reino de los Volcanes, mágica y mitad demonio gracias a la maldición qué me dieron incluso antes de nacer, aunque yo por el momento no estaba enterada, ya que mi padre se encargó qué todo el reino me amará y me respetará como su futura reina, así fue por muchos años. Todo cambio cuando dejamos entrar a unos desconocidos en nuestras vidas, pero aún no llegamos a esa parte.

Ahora, en un abrir y cerrar de ojos, pasen de largo muchos años, pues una de las mejores cosas que tienen los cuentos es lo rápido qué puede transcurrir el tiempo sin qué nada de verdad interesante este ocurriendo. El tiempo solo pasa rápido en las historias bien contadas.

Durante estos años, mi padre había contratado a un muchacho, más bien un niño como mi guardaespaldas, esperaba que tanto el y yo tuviéramos una sana convivencia. Este niño era 2 años menor que yo, y ahora que lo saben estoy segura de que creerán a mi padre un loco por dejar qué un niño pequeño fuera mi guardaespaldas, pero entenderán qué esta historia se trata de no dejarse llevar por las apariencias y sobre todo no confiar en nadie. Este niño, fue capaz de arrancarle la cabeza a una feroz bestia qué aterrorizaba a nuestro reino y con eso asusto a las demás qué se encontraban ahí.

La Princesa Maldita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora