Oriental obedeció el ciego impulso de su amor, redirigiéndolo hacia lo que sentía genuinamente por Paraguay. Con esa fuerza se abalanzó sobre él dejándolo debajo y besándolo con fuerza dominante, para que quedara quieto en los instintivos movimientos de zafarse. Cuando el otro cedió, decidió tomarle el rostro y abrirle la boca para introducir la lengua.
Aquello violentó al guaraní quien se zafó, empujándolo casi fuera de la cama, tapándose la boca enfurecido; pero su porte no se comparaba con la agitada majestad del otro desde las penumbras, amenazante.
-¡¿Qué hacés?!
-Lo que me pediste. ¿Querés aprender? Entonces tendrás que seguirme.
Con agilidad se le tiró encima atenazándolo con los brazos, plantándole un nuevo beso pero esta vez con mayor profundidad. Paraguay pudo ver como el otro se esmeraba en recorrerle la boca con los ojos entrecerrados, brillantes. De alguna manera el otro obedeció, imitándolo y acostumbrándose a la lengua llenarle la boca. Con movimientos torpes se concentró en las sensaciones y sintió sus mejillas arder; Oriental ya no estaba atrapándolo, sino abrazándolo.
Cayó debajo del rubio por la gravedad a medida que rápidamente aprendía devolverle los besos y los toques con agilidad, sacando risas mutuas por algunas suaves mordidas a los labios. Las manos del mayor comenzaron a bajar, acariciando las otras hasta tocar la tela del camisón de algodón rozando las piernas y las rodillas, buscando más piel.
El guaraní reaccionó mirándolo con reclamo en silencio, fijamente, rompiendo el beso que había empezado a disfrutar. Frenó las manos curiosas, pero no las alejó. La mirada castaña lo confrontó serenamente, dándole confianza. En segundos, la tensión volvió a desaparecer y un agradable cosquilleo apareció cuando los dedos fríos tocaron la carne resguardada.
Con un leve jadeo involuntario, Paraguay se mordió un labio en cuanto los besos de Oriental bajaron concentrados al cuello tocando su virginal textura, al mismo tiempo que la piel se erizaba al sentir los dedos ir más profundo entre los muslos. Un escalofrío lo hizo temblar, pero esa vez no lo detuvo: se apoyó hacía atrás con los brazos, cediéndole el cuerpo al otro, que lo besaba y exploraba con fascinación y dedicación.
Una de las manos subió por debajo del camisón hasta el pecho, rozando zonas sensibles y pellizcando sorpresivamente, sacando unos leves gemidos de la boca del joven paraguayo.
-¿Te gusta?
Cuando abrió los ojos Oriental lo observaba atento.
-... ¿puedo tocarte así?- fue la respuesta tímida, pero con voz de entrega. El otro asintió sonriendo.
Dejó que el menor le quitara el camisón y lo contemplara un segundo de cuclillas frente a él. Las manos se acercaron despacio al pecho y repitieron los movimientos que había sentido, bajando hasta los muslos. La piel del charrúa era maravillosa, más suave de lo que nunca hubiera creído.
El rubio lo observaba inmóvil, estudiando sus gestos mientras aprendía. Se sentía bien enseñarle algo, puesto que aquel lugar siempre había sido ocupado por Virreinato o alguno a los que siempre debió obedecer. Ahora, Paraguay debía obedecerle a él.
Era una sensación deliciosa.
¿Eso era el poder?
Con un suave gesto dejó que las manos fueran a su espalda y se acercó, pegando el pecho al otro, buscando un nuevo beso mientras exploraba la hermosa piel de la espalda de Paraguay. A los leves jadeos de este, comenzó los propios; la ola de placer arrastrándolo lentamente.
Hacía tanto que no se sentía así.
Paraguay entonces se desnudó delante de él para sentir el calor de la otra piel, abrazándolo con fuerza. Los besos bajaron al cuello de Oriental, a los hombros, mientras las manos continuaban acariciando con insistencia la espalda, la cintura, las caderas, los muslos. En un arrebato apretó las nalgas, sacándole una risilla al otro. Entonces, algo más comenzó a molestar.
-Quedate así, está bien- le detuvo antes de que se separara por la incomodidad- no te desconcentres de lo que sientes.
-¿No te... molesta?- gimió levemente al apretarse más; el otro rió.
-Ya verás como dejará de incomodarte...
El rubio recostó entre besos al otro y se apoyó por completo sobre él, repartiendo el peso con ambos brazos a los costados de Paraguay. Se separó para mirarlo, sonriendo despacio mientras el otro le acariciaba el rostro y trataba de acercarlo. Mas un súbito placer lo detuvo de su empresa en cuanto las caderas comenzaron a moverse y rozarlo con insistencia.
-¡Ey! ¡E-esperá!
-Shhh...- gimió entre cerrando los ojos- No vamos a parar... ahora.
-¡P-primo! ¡Ah!
La excitación aumentó cuando se le ocurrió bajar los ojos hacia las pelvis y ver con claridad como se rozaban y cuan dolorosa era la dureza de ambos, a medida que el vaivén los acercaba cada vez más. Paraguay echó la cabeza hacía atrás y sus gemidos fueron más sólidos, aferrándose a las sábanas. Pudo ver como el cuerpo del rubio se tensaba y cerraba los ojos con fuerza, luchando contra algo. Separó sus caderas un segundo y una mano fue directo entre las nalgas.
Paraguay dio un sorprendente salto que lo dejó en la esquina de la cama.
-¡¿Qué te pasa?!- lo miró desconcertado.
-¡¡¡¡N-no me metas los dedos ahí!!!!- le clamó cubriéndose el trasero, cerrando los ojos porque el rígido miembro del otro estaba en toda su gloria delante de él.
-¿Qué te dije hace un rato, ah? Ven acá...
-¡¿E-eso aprendiste con él?!
-No sé entonces en qué estabas pensando. No es tan fácil como se ve, menos si es la primera vez.
Paraguay se detuvo.
-Él... ¿La primera vez fue con él?
Hermosa manera de matar una erección.
-Para mí sí, fue la primera vez que lo disfruté; pero la realidad es otra- lo miró impaciente- Te contaré con lujos de detalles después. Dime lo que quieres hacer de una vez... estoy perdiendo los cabales, estoy demasiado excitado.
Sonrió maliciosamente -¿Ah si?
Para sorpresa del otro, gateó hasta donde estaba y se pegó de nuevo.
-Eres insoportable, Paraguay.
De un aventón lo tiró contra la cama, bajando hasta su pelvis con una hábil lamida y sosteniéndole las muñecas, inmovilizándolo.
-A ver si te quedas quieto con esto...
La humedad de la boca de Banda Oriental lo dejó sin aire. Cuando la lengua dentro tocó el glande, un golpe en la sien le puso el mundo en blanco, sacándolo con un ronco gemido, más fuerte que todos los anteriores.
Su cuerpo dejó de resistirse y abrió las piernas, muslos sostenidos sobre los hombros del otro, que succionaba con fuerza y satisfacción de gustar esa piel, sintiendo como su propia erección volvía. Era habilidoso, pensaba Paraguay, demasiado bueno para ser real; mucho mejor que las mocitas que se lo habían hecho alguna vez, mejor que todos aquellos femeninos jugueteos con las criadas.
Un jadeo en forma de reclamo salió de su garganta cuando a punto de alcanzar el placer máximo se detuvo, mas no se separó.
La lengua bajó más en la pelvis, pasando el escroto y llegó donde los dedos no habían sido permitidos. Humedeciendo la zona con esmero lo sostuvo de las nalgas para abrirle paso a los primeros dedos, que tuvieron una tensión inicial por el espasmo doloroso de la virginidad, pero que tras caricias cedieron con paciencia, caricias y un ritmo regular.
Cuando Paraguay comenzó a alejar los jadeos de dolor y comenzar a disfrutarlo, su cuerpo se sentía como manteca en las manos. Las piernas se abrían más buscando más intensidad, con la boca seca y los ojos entrecerrados, aferrándose a Oriental y tirándole del cabello cuando sentía algún resabio de dolor. Al acelerar el ritmo de los dedos, la erección del rubio se volvió insoportable frente a la visión que tenía, y se colocó en posición.
-Respirá hondo...
El cuerpo del menor se arqueó a punto de que el otro temió que se quebrara ante la primera estocada, sumida bajo un intenso grito que ardió en sus brazos cuando el otro le clavó las uñas en represalia. Más no se alejó y rápidamente terminó de entrar, sosteniéndolo de las piernas casi en el aire.
Se detuvo allí agitado, agobiado por lo dolorosamente apretado que estaba el otro, observándolo entre los sollozos y los jadeos, pidiendo aire, los dedos enterrados en la piel.
Cerró los ojos y comenzó a moverse despacio; no hubo momentos para preocupaciones, arrepentimientos ni dubitaciones. El cuerpo manda, las emociones, los sentimientos, el placer puro y transparente, la delicia de la piel del otro. Una danza mutua llena de entrega y de palabras que son indecibles por el lenguaje.
El ritmo comenzó a ser más rápido. Ya no había dolor, solo placer puro, gemidos y gritos que inundaban la habitación, transportándolos por un momento más allá del tiempo, del espacio, de todos, de ellos, del otro.
Paraguay había sido instruido por Antonio en muchas cosas. Lo que había sucedido con su primo había sido una cruel lección, la más difícil de todas.
Paraguay se abrazó sin perder el ritmo, capturando ese perfume, ese tacto, ese sabor a sal y mar, atesorándolo en su corazón por siempre. El sonido le aturdía, su garganta cantaba por sí sola.
Un destello, un golpe en la sien lo hizo sentir la tibieza en su cuerpo de su propia semilla; segundos después la del otro, tibia y cosquilleante dentro de él.
Banda Oriental aminoró el movimiento torpemente, exhalando ronco el aire que casi no podía respirar; y cayó rendido sobre Paraguay quien lo abrazó contra él, exhausto también.
El menor miró al techo y de un sentón comprendió el siempre presente sufrimiento de su primo.
El amor es ambiguo.
El sentimiento ajeno de todo lo que le había pasado antes; comprendió los silencios, las miradas, lo que escondían aquellos ojos castaños apagados durante cientos de años.
Envidió una vez más a Brasil, pero también entendió el dolor de aquel; incluso comprendió sus acciones. Porque eso era el amor.
Entrega... y sacrificio.
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Lecciones
RomanceA veces, el corazón de una nación toca demasiado de cerca lo humano, y reclama su lugar. Una historia de épocas de la colonia con una lección sin tiempo. **Co-escrito con Medaviolet (@violetita en Twitter)** Art by Axkingforit (https://unbrokenlinea...