1 : Mansión Yang

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Advertencias sobre el contenido: misoginia cultural, institucional e interiorizada, discriminación de las mujeres que mantienen relaciones sexuales extramatrimoniales y de los embarazos resultantes, discriminación de los niños nacidos fuera del matrimonio, avergonzar a las putas, los insultos utilizados contra las trabajadoras del sexo, la disforia de género, la transfobia, las representaciones de la lactancia materna, el cambio de pañales, los problemas médicos típicos del posparto, una ligera perversión de la lactancia (esto y el sexo en este fic solo ocurre en el último capítulo).

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Alguien chillaba cerca y era muy molesto. Estaba durmiendo. No- estaba muerto. Debería haber habido paz y soledad en la muerte, pero en lugar de eso, había gritos y estaban sacando a Wei Wuxian de la tranquilidad que se había ganado. ¿Para qué había servido morir si no era para detener los gritos?

Abrió los ojos de golpe. Estaban coagulados de mugre. Sobre él había un techo que no reconocía, maderas oscuras expuestas y espesas con telarañas, un techo de paja. Le pesaban los miembros y el cuerpo, la cabeza le daba vueltas, el pecho le dolía como nunca antes. Levantó una mano para palparlo y la sorpresa de lo que encontró hizo que se levantara bruscamente y mirara hacia abajo.

Su pecho abultaba, sobresalía en dos grandes bultos como... como... como pechos. Tenía pechos. Grandes pechos hinchados como pesados melones que rebotaban dolorosamente cuando se movía. Le dolían. Le dolían los pezones y... la parte delantera de su túnica rosa pálido estaba... ¿mojada? Un olor dulce, agrio y a levadura llegó a su nariz. ¿Leche? Se había derramado leche por todo el frente... no, había estado durmiendo. Alguien había derramado leche sobre él mientras dormía.

No, recordó de repente. Estaba muerto. Saltó de un acantilado y murió muerto. Este era el cuerpo de otra persona porque estaba muerto, y esta persona tenía pechos y a esta persona le habían vertido leche sobre ellos o... no. Sus pechos goteaban. Tenía unos pechos grandes y pesados que goteaban y por un momento todo lo que pudo pensar fue '¿esto es normal?' Nunca había tenido pechos, ni siquiera había visto pechos antes (no que pudiera recordar de todos modos). Quizás todos los pechos goteaban y era uno de esos misterios de los que las mujeres nunca hablaban delante de los hombres.

Los gritos comenzaron de nuevo. No- no gritos. Llanto. Un... un bebé. Tenía grandes pechos que goteaban y en algún lugar cercano había un bebé y, de repente, todos los hechos encajaron porque Wei Wuxian era un idiota que acababa de despertar de una muerte de trece años en un cuerpo desconocido, pero no era estúpido.

Se levantó y se tambaleó. Su centro de gravedad era más bajo, de alguna manera, a pesar del enorme peso que le hacía fuerza en el pecho, y sus caderas tenían una forma diferente, y le dolía mucho el cuerpo, especialmente entre las piernas, donde, si no se equivocaba, tenía una anatomía considerablemente diferente.

Decidió concentrarse en el llanto en vez de en el pánico que crecía en su interior.

La cámara en la que se encontraba era pequeña. Había sido bonita una vez, quizás hace poco, pero ahora era un desastre; papeles cubiertos de garabatos, tinta derramada, trapos rotos tirados por todas partes y, lo más inquietante, un dibujo que ocupaba la mayor parte del suelo, dibujado con tinta de cinabrio y terminado con sangre.

Debería estudiarlo, pensó, pero estaba muy mareado y su cuerpo se tambaleaba y lo único en lo que podía pensar era en el bebé que lloraba y en el dolor de su pecho, así que, en lugar de eso, avanzó a trompicones, manchando el conjunto con sus pies descalzos, hasta que llegó a la pequeña cuna con el niño dentro, con la cara arrugada y roja.

Wei Wuxian no era un completo desconocido para los bebés. Siempre le habían gustado y en Lotus Pier no habían faltado para jugar. Había una guardería a la que las tías llevaban a sus hijos para que jugaran entre ellos, para facilitarles las tareas, e incluso cuando él mismo había dejado de ir allí, siempre le había gustado pasar de vez en cuando. Las tías siempre lo habían mimado y le habían dado golosinas cuando se tomaba un momento para sostener a un bebé en su regazo, burlándose de lo buen padre que sería algún día.

Todo lo que seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora