13. Los problemas.

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El mecanismo de defensa de nuestro cuerpo nos alerta ante los posibles peligros a los que podemos enfrentarnos. La ansiedad, el miedo, y la incomodidad que llegamos a sentir son fases claves. Muchos aseguran que las premoniciones son parte de ese mecanismo, aquel sentimiento en el pecho, ese pensamiento inconsciente que viene y va sin siquiera poder detenerlo. No hay manera de saberlo con exactitud. No hay forma de saber si el cuerpo puede predecir ciertos acontecimientos en nuestra vida y defendernos de los mismos, si nuestros miedos nos alertan sobre algo inminente o si al final de cuentas, todo solo está en nuestra mente.

—Fue una trampa, fue un plan.
—Karen vuelve a decirlo en voz baja sin poder creerlo mientras tiene la cara apoyada sobre las manos. Estamos en mi oficina, ambas encerradas y pensando en cuál es nuestro siguiente paso, una vez que asimilemos que carajo es lo que está sucediendo.

—Perseguimos a la persona equivocada todo este tiempo—me tallo la frente frustrada—Pusimos en calidad de sospechoso a quien siempre fue el desaparecido. Los medios nos van a tragar vivos.

Entonces Karen me ve escéptica.
—Gabriela, deja de pensar en los medios, ¿que mierda es lo que vamos a hacer ahora?—niega.
—Porque ahora tampoco sabemos dónde está Cristal.

Cierro los ojos volviendo a mi frustración. Recuerdo una y otra vez esa confesión de Damián y siento la bilis subírseme a la garganta de solo imaginar que debo interrogarlo de nuevo. Siento que es demasiado, incluso para mi. Ahora no solo tenemos que buscar el cuerpo de alguien que está muerto, si no que tenemos que seguir buscando a Cristal, ahora en calidad de detenida y fugitiva.

Daniel Jaramillo.

—Me sacó del caso ¿puedes creer eso?, soy el mejor de este maldito lugar y se atrevió a correrme.
—gruñó negando mientras Juan, mi asistente nuevo me ve incrédulo y sin tener idea qué decir.

Le doy un trago a mi café mientras trato de calmarme. Estoy conteniendo las ganas de salir y reclamar mi lugar en esta investigación, necesito tomar las riendas de nuevo antes de que todo se vaya al maldito infierno. Y si quiero hacerlo, debo volver a dirigir esto tal como lo tenía pensado.

—No debe tomárselo personal, son mujeres.
—Juan comenta sin verme con los ojos pegados al iPad. No entiendo que es más importante en estos momentos que compartir una situación cómo está.

—No me lo tomaría personal, si no fuera personal.
—camino volviendo a sentarme en el escritorio.
—No debí dejarle el caso.

El rubio ahora si me ve.
—Jefe, usted sabe que soy ajeno a ese tipo de escenas, pero hace un rato que no recibo nada de información relevante al caso. La asistente de la agente Cristal se niega a darme paraderos—ve su reloj—Y por un rato, me refiero a mucho rato.

—Ni lo harán, no importa—me tallo la cara con frustración. Tengo que pensar en qué excusa dar para regresar al caso antes de que el jefe me dé de alta—Démosles un tiempo para que se confíen.

—¿Y porque no seguir con otros casos? Hay más en las listas de espera—me dice con expresión extrañada y a la vez preocupada.

Pasó la yema de mis dedos por encima de mis labios sintiéndolas frías y temblorosas. En casos como estos, es común abandonarlos y alejarse lo más permitido que tengamos posible. Pero ahora, con las redes sociales a flor de piel pisándonos los talones, no puedo solo dejarlo y seguir pensando en resolverlo a mi manera.

—Porque este caso tiene los ojos de todos puestos en el, te imaginas lo que pasaría si lo dejo en manos de Gabriela—me pincho la nariz—Sería como un suicidio. Y eso no pasará si puedo impedirlo.

Diez para las diez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora