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Esos intensos ojos azules te observaban con desaprobación, mientras reías y celebrabas tu nueva victoria con Kisaki. Probablemente la persona de mayor desagrado para Sanzu.
La sangre le hervía de los celos. Pero la pregunta es ¿Cuándo no? Odia a todos los hombres que te rodean, y liderar una de las mafias más poderosas significa muchos hombres compitiendo por tu atención, queriendo robar tu corona o matarte. Y Kisaki era el peor de todos. Estaba constantemente arrastrándose detrás de ti para que le des más poder del que ya tenía, y Sanzu sabe que quiere separarlos para tomar su lugar a tu lado.
—Bueno, es tarde— dijiste después de terminar el papeleo, prácticamente echando a Kisaki. Te quitas los tacones en el segundo que la puerta se cierra, sosteniéndote del hombro de tu amante para no caer. Estaba en silencio, una sombra de oscuridad opacaba su cínico ser—Cariño, ¿Qué pasa?—preguntaste preocupada.
Gruñó sin dirigirte la mirada, afligido por tu interés en otro hombre que no fuera él, aún a sabiendas que tu atención, exceptuándolo, viene sujeta a tu falsedad. Ahora ya lo sabes, su berrinche iba a desatar la discusión de siempre. No tenías ganas de lidiar con eso, así que optaste por una solución más carnal. Besaste suavemente su mejilla para apaciguar las aguas.
—¿Celoso otra vez? Haru, eres el único para mí—Tomas asiento en su regazo —Soy tuya, mi amor. Toda tuya— tus besos se trasladaron a sus cicatrices, haciéndolo estremecer.
Sanzu sabe que no puede estar enojado contigo por mucho tiempo. Eres su mayor debilidad, es tu perro, que hace todo lo que quieres por un segundo de tu atención. Quien hace realidad tus sueños, mata por ti, por tu amor, si le pidieras que se entregue a la policía, incluso se responsabilizaría de todos los crímenes que has cometido. Porque su pasión por ti lo vuelve loco, más de lo que ya está.
—Odio a Kisaki, quiero matarlo— acarició tus caderas con brusquedad, porque su amor no tendía a ser suave—Déjame matarlo— susurró Sanzu entre tus labios. —Odio a todos los hombres aquí, cada vez que te ponen sus asquerosos ojos encima... tengo ganas de arrancárselos. —El tono de voz se tornó corrosivo, destilando ira y rencor.
Sus manos rompieron los botones de tu camisa y sacó de su bolsillo una bolsa ciclop con algo blanco dentro. Sanzu se humedeció los labios deseoso, mientras dejaba caer la cocaína entre tus tetas. Presionando tus senos con sus grandes manos, inhaló la droga, mientras tú jugabas perezosamente con un mechón de su cabello.
Su respiración se estaba saliendo de control, su mirada estaba fuera de sí, las pupilas dilatadas. Solo pensar en la posibilidad de que otro hombre te tenga, lo enoja.
