Aquella tarde saliste de casa para encontrarte con una amiga e ir a comer, estuvieron planeando esa salida durante semanas, ella y tú no se habían visto durante los últimos meses y apenas entablaban una que otra conversación por teléfono, pero nada más. Así que hoy era el día en que volverían a verse, jamás olvidarías aquella tarde que la conociste, fue la primera vez que perdías una apuesta.
Llevabas alrededor de quince minutos esperando, estabas sentada en una banca del parque, cerca a la cafetería que ambas solían visitar. Cuando te percataste de S/N, un joven que asistía a tu mismo instituto solo que él era un año mayor. Intentaste evitarlo, por lo que empezaste a caminar en dirección contraria y mientras te alejabas, recordaste que, tiempo atrás, gustabas de él y aún tenías sentimientos que no habías logrado superar. Te habías planteado olvidarlo, pero no era tan fácil, él era un chico muy especial y que suponías cualquier joven quisiera tener como pareja.
Y mientras divagabas en tus pensamientos, escuchaste una voz que detuvo tus pasos.
—¡Hola!, ¿eres T/N, verdad? — ese chico habló con amabilidad mientras se acercaba — ¿estás bien? — preguntó mientras ladeaba ligeramente la cabeza.
—¡Sí!, hola, ¿cómo estás? — replicaste de la mejor manera posible — ¿S/N cierto? — antes habían hablado un par de veces, pero eso fue todo.
—Parece que esperas a alguien — miró los alrededores — ¿me dejas acompañarte? — preguntó mientras volvía a verte, esperando una respuesta.
—Claro, aunque supongo que ya no vendrá — vacilaste debido a la situación en la que te encontrabas — llevo esperando bastante — no perdiste el tiempo y te armaste de valor para invitarle a comer, antes de que puedas tomar la iniciativa, lo escuchaste volver a hablar.
—Entonces, ¿te parece bien si entramos a comer algo? — cuestionó mientras señalaba la cafetería — ¡muero de hambre! — te sorprendiste ante su propuesta. A pesar de eso, sonreíste y aceptaste. Entraron al establecimiento y ambos hicieron sus pedidos, luego fueron a sentarse en alguna de las mesas para poder platicar cómodamente.
No podías creer que te encontrabas en tal situación con S/N, en esos momentos tu mente era un completo desorden. Él era un joven con diversas cualidades: inteligente, uno de los mejores alumnos del instituto, amable con quien lo necesita y también le gustaba realizar retratos. Por último, en su tiempo libre leía y estudiaba idiomas.
Hablaron respecto a las clases y coincidieron en varios aspectos, en tan poco tiempo llegaron a congeniar de maravilla, como si estuviesen hechos el uno para el otro, y aunque eras de esas personas que no creían en ello, siempre hay una primera vez para todo. En cierto momento S/N empezó a contarte diversas situaciones, llegaron al punto en que los chistes que te contaba eran tan malos que daban risa, inclusive llamaron la atención de los clientes alrededor.
—¡Espera, espera!, te diré otro — comentó aguantando las ganas de reír — ¿en qué se parecen un hámster y un cigarrillo? — preguntó mirándote a los ojos.
—¿En qué?
—¡En que ambos son inofensivos hasta que te los metes en la boca y les prendes fuego!