Capítulo 1

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Letizia

Sonó el despertador y lo apagué de un manotazo. Ya llevaba media hora despierta, mirando el amanecer por la ventana, no solía hacer eso, siempre se me solían pegar las sábanas.

Bajé las escaleras de madera que crujían a mi paso y me encontré a mi tía preparando su típico desayuno, unas tostadas de tomate, jamón y aceite.

—Buenos días Letizia.

—Buenos días tía -me senté en la pequeña mesa redonda de la cocina.

—Aquí tienes, mi desayuno estrella - me tiende un plato con una de sus tostadas y un café al lado – y tu café moka, leche muy caliente, espuma de leche, sirope de chocolate y tres cucharaditas de azúcar.

—Gracias ¿y el tío?

—Se fue hace cuarenta y cinco minutos, fue a Ribadesella, a hacer unas cosas que le he mandado. Vendrá al medio día.

Comí la tostada y me bebí el café, mi tía volvió a hablar.

—Recuerda que a las ocho en punto tienes que estar en la cafetería, prometiste que me ayudarías en las vacaciones y los fines de semana que no tengas que estudiar.

—Sí...

—Te quiero – me dio un beso en la frente y salió por la puerta. Nunca entenderé porqué queda con sus amigas tan temprano.

Observo mi reloj, las siete y cinco. Tenía bastante tiempo para darme una ducha y vestirme.

Después de ducharme y secarme, abro el armario y miro la ropa. Al final decido ponerme un jersey con unos pantalones casuales.

Salgo de casa con una bolsa sobre las siete y media. Aún tenía tiempo para ir a mi rincón.

Camino por las bonitas calles de Baneville, mi hogar desde los cuatro años, llego a mi rincón diez minutos después. Mi rincón, es simplemente una playa de no más de 45 metros de longitud, está como escondida, apartada, nunca he visto nadie en esta pequeña playa, así que a veces la denomino como mía. Bueno, en realidad sí que hay gente que ha estado aquí, mis padres, mis tíos, algunos amigos míos y supongo que algún turista curioso.

Me siento en una roca y leo un poco un libro que llevaba en la bolsa.

Miro el reloj y... "¡Joder!" Faltaban cinco minutos para que sean las ocho, y la cafetería estaba a unos diez minutos de aquí.

Corrí como nunca hacia la cafetería de mis tíos. Si llegaba tarde me castigarían.

Llegué un minuto antes, tenía el corazón en la garganta.

Abrí la puerta de la cafetería, provocando el tintineo de la campanita de la entrada.

Mi tía giró la cabeza por reflejo al escuchar la campanita.

—Pensé que no llegarías.

—Pues ya ves que sí. ¿Qué tal el café con tus amigas?

—Pues no muy bien, la verdad, el hermano mayor de Ángeles falleció ayer por la tarde, que pena, era un buen hombre, el cáncer es así, se lleva a la gente cuando menos te lo esperas.

—Dale el pésame de mi parte cuando la veas. - mi tía simplemente asintió. -por cierto, nunca entenderé porqué quedáis tan pronto para tomar el café.

—Exacto, nunca lo entenderás, es una manía que tenemos.

Dejé mi bolsa que había cogido esta mañana en la entrada y fui detrás de la barra donde atendemos a los clientes. Una curiosidad de la cafetería, no solo es una simple cafetería, también tenemos una especie de librería o biblioteca al fondo del establecimiento, hay unos pequeños sofás de una y dos plazas y mesas pequeñas. En esa zona las paredes no se ven porque las cubren las estanterías llenas de libros.

Un café al atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora