4| Día siete: Una celestial manera de morir.

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Habían pasado tres días desde nuestro beso

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Habían pasado tres días desde nuestro beso.

Aquel beso que durante mucho tiempo había imaginado cómo algo imposible por fin había pasado, y yo no podía estar más feliz.

La felicidad absoluta invadió mi cuerpo entero y la euforia recorrió mis venas cada vez que tan siquiera pensaba en Alila Blake y el momento que habíamos compartido.

"¿Quieres dejarte llevar?", había preguntado justo antes de besarme.

La oferta era más que tentadora, mi crush de prácticamente toda la vida me había confesado que le atraía y que quería intentarlo conmigo, o por lo menos eso era lo que yo recordaba me había dicho.

Dudaba mucho que en el mundo existiera algo tan magnífico y gratificante como el hecho de poder besar a Alila Blake, por qué aquella realmente era una experiencia celestial.

Pero a pesar de tener en claro que besarla era todo y lo único que quería hacer en el mundo, tuve que decirle que lo pensaría.

Claro que quería dejarme llevar por ella, pero no podía simplemente hacerlo, no cuando era consciente de que había otra persona involucrada.

No es que conociera a Peter, es más, nunca antes lo había visto en mi vida, pero no me hacía falta conocerlo para saber que no quería ser la persona con la que Alila lo engañara.

Sabía que no sería la primera persona con la que Alila lo engañaría, pero realmente me sabía mal pensar que yo estaría contribuyendo a lastimarlo.

Durante la noche siguiente a nuestro primer beso, Alila había golpeado en mi venta con una pequeña roca, haciéndome salir de la comodidad de mi cama al convencerme de dar un paseo nocturno junto a ella.

A pesar de que me había prometido a mí misma ser más renuente a sus provocaciones, me había encontrado a mí misma aceptando su invitación casi de inmediato, sin poder ser capaz de decirle que no a nada que ella pudiera ofrecerme.

Y es que, después de unos cuantos encuentros nocturnos entre ambas, llegué a la conclusión de que probablemente nuestros corazones solo podían ser completamente sinceros a media noche.

Como ya se nos había hecho costumbre, ambas caminamos por las solitarias calles del vecindario en completo silencio, sin intercambiar palabra alguna y tan solo con el cantar de los grillos acompañando nuestra caminata nocturna.

Debo confesar que me asusté un poco al notar como Alila me guiaba lejos de la zona residencial hacia un campo abierto cerca de un pequeño bosque, así que detuve mis pasos, negándome a continuar por aquel camino. Al notarlo, Alila también frenó su andar, girándose en mi dirección y extendiéndome su mano para que confiara, la cual tomé sin dudar, maravillándome con lo cálido y suave que resultó ser su tacto en aquel momento.

Ambas caminamos de la mano entre las hierbas crecidas y las cuales eran mecidas por la brisa fresca de la noche hasta llegar a una pequeña colina, la cual escalamos con facilidad hasta llegar a su cima.

Corazones de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora