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La vaga idea del amor aún lo asustaba, pero cuando giraba a verlo, se sentía en paz.
¿Cómo era que aquel chico de cabellos chocolatosos le pudiera dar tanta paz?
¿Eran sus ojos que le recordaban al café mañanero de su infancia?
¿Sus labios color cereza que lo hacían sentir en las nubes por lo suaves que eran?
¿Sus manos que protegían las suyas en el frío invierno?
¿Qué era eso que aquel chico de apariencia atractiva tenía para hacerlo sentir en paz?
¿Acaso merecía ese amor?
¿Merecía ese amor tan puro e inocente que aquel chico le ofrecía?
¿Se lo merecía aún cuando seguía pensando en alguien más?
Perdón.
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Le gustaba observarlo, desde la primera vez que lo tuvo frente suyo, el observarlo se había vuelto una pequeña obsesión.
Recordaba sus mejillas ruborizadas cada vez que la mirada de él se encontraba con la suya, se sentía tan vulnerable cuando lo descubría mirándolo.
Su corazón no palpitaba al punto de salirse, no, su corazón se sentía en paz. Una nueva sensación que había descubierto solo cuando ese chico estaba a su lado.
Ese sentimiento de tranquilidad que creyó que era imposible de sentir.
Si se sentía tan tranquilo con él a su lado, ¿Por qué sus mejillas se inundaban en lágrimas?
Sintió unos brazos rodearlo y un suave beso fue depositado en la parte baja de su cabeza.
Trató de parar su llanto, porque el chico a su lado no merecía que le estuviera llorando a alguien de su pasado.
Pero le fue imposible, porque aquellos brazos lo rodeaban con tanto cariño, el chico a su lado quería transmitirle su amor y él solo podía pensar en alguien más.
Mientras su corazón era aplastado por los pensamientos que a su cerebro le encantaba crear. Mientras que sus mejillas se ahogaban en el mar que sus ojos habían creado. Mientras que su garganta ardía por el nudo que se formaba diariamente... Habló.
