Parte 2

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Horacio observaba nervioso el pedazo de papel entre sus manos. El bullicio proveniente de la sala de estar se hacía cada vez más lejano mientras repetía el texto una y otra vez en su cabeza.

Víktor Volkov

Agente de policía

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¡¿Cómo había llegado eso a parar a su bolso?!

El recuerdo del desconocido en el metro alcanzó pronto su foco de atención, comprendiendo entonces que la tarjeta que había mencionado no se le había caído realmente.

—¡Horacio! —Le llamó Gustabo entrando a la cocina—. Se subirán más rápido las cervezas si no hay nada qué comer. —Bromeó, apurándole para servir la comida que había traído.

El de cresta tuvo el suficiente tiempo para esconder la tarjeta en uno de los cajones donde se guardaban los cubiertos a falta de un lugar más seguro. Había pensado dejarlo en el bolso de nuevo, sus bolsillos o en la carátula del celular, pero si a Dex se le llegaba a ocurrir revisar alguno de esos lugares...

—Está todo hecho un lío, ¡no puedo encontrar nada! —Se quejó intentando apartar la atención de su acción, abriendo más cajones hasta finalmente fingir encontrar lo que buscaba y seguir sirviendo la comida.

—A mí ni me veas. A Greco le tocaba limpiar esta semana.

Gustabo se apoyó en la isleta observando a su hermano servir todo en platos, bebiendo el último trago de su cerveza, aparentemente sin darse cuenta del nerviosismo que envolvía al otro.

Horacio apuró una fingida risa, y aprovechó que el rubio se acercó a la heladera a buscar una nueva botella para llevar la comida hacia donde estaban los invitados.

En realidad, sería una cena tranquila. A Gustabo no le gustaba mucho el bullicio, y si no hubiera sido por la insistencia de su hermano por festejar "una fecha tan especial", igual y hubiera hecho nada a final de cuentas.

El pelirrojo decidió enfocarse en la conversación. Sabía que si no seguía el hilo con sus habituales bromas sería muy evidente que algo estaba ocurriendo. Aunque fue un trabajo difícil debido a la presencia proveniente del cajón donde había escondido la tarjeta de presentación, emanando una energía casi física que amenazaba con crispar sus sentidos.

No fue hasta tres días después que pudo regresar a casa de Gustabo y Greco, esta vez solo. Utilizó el juego de llaves que su hermano solía esconder en la lámpara de la entrada para abrir la puerta, encontrándose al rubio acostado en el sofá viendo televisión.

—¿Horacio? —Preguntó extrañado, no tardando en levantarse para acercarse al otro, luciendo preocupado, pensando que había ocurrido algo de nuevo, temiéndose lo peor—. ¿Ese gilipollas volvió a hacerte algo? —Cambió el tono de voz para esa última pregunta, alcanzando al de cresta en la cocina.

El aludido hizo caso omiso a sus palabras, la necesidad picaba por todo su sistema, y sabía que la única forma de calmarla sería al tomar el papel entre sus dedos. Agradeció que realmente a Gustabo le había tocado la limpieza esa semana por su pobre trabajo en realmente organizar las cosas, ya que la tarjeta seguía en el mismo escondite.

—¿Qué es eso? —Insistió Gustabo, y al notarse ignorado, simplemente apuró el paso para robar la tarjeta y leer el contenido de esta.

—¡No! —Horacio intentó actuar rápido, pero no lo fue lo suficiente.

—¿Qué es esto? ¿Por qué había una tarjeta de presentación de un madero entre mis cubiertos?

El más alto dudó, mordiendo levemente sus labios. Aquel día no había utilizado su típico maquillaje, lo que dejaba al descubierto las marcas ya amarillentas, las ojeras y el resto de las anomalías haciendo mella en su rostro.

Gustabo sintió la molestia acrecentar al fondo de su estómago mientras observaba a su hermano y el nerviosismo en él que era tan evidente. Era casi irrisorio el hecho de que el otro era más alto, más fornido, y aún así más débil que él.

Por supuesto que era consciente del maltrato que recibía él del imbécil que hacía llamar su pareja. Aquel había sido un tema de discusión por un largo periodo, pero con el tiempo entendió que si no aceptaba quedarse al lado de Horacio sosteniendo una paz fingida, su hermano quedaría completamente solo sufriendo aquel infierno... Y había optado por resistir, resistir junto con él.

A pesar de ello, justo ahora no entendía la situación que se presentaba frente a sus ojos, algo que al parecer el propio Horacio tampoco hacía...

Sin embargo, después de la explicación del cómo había llegado ese contacto a sus manos, un pequeño rayo de luz avivó las esperanzas de Gustabo para con su hermano.

Ahora la opción de resistir no era la única disponible para él.

ꕥ 𝒫𝑒𝓇𝒻𝓊𝓂𝑒 ꕥ - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora