Parte 3

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Una ráfaga de viento revolvió su ya despeinada cresta, pero incluso aquello no logró que soltara el pequeño pedazo de papel entre sus dedos, sujetándolo con la misma fuerza con la que mantenía su mirada fija en él.

Un fuerte suspiro se escapó de sus labios cuando decidió que era suficiente con la centésima vez recordando los pocos segundos vividos con ese extraño hombre en el metro. Tenía un mal presentimiento, si es que el ligero revoltijo al fondo de su estómago era señal de ello.

¿Por qué?

No dejaba de preguntarse una y otra vez, y aunque se hacia una idea de la razón, por la forma en que el hombre había mirado su rostro, seguía negándose.

Se reincorporó, apoyando su espalda en el banco donde estaba sentado, sus sentidos se abrieron de nuevo a los opacos colores del temprano anochecer, el bullicio de los niños corriendo y jugando, y el olor a perritos calientes proveniente del puesto que estaba a solo unos metros de él.

Por un segundo pareció que su mente seguía jugando con sus recuerdos, sintiendo un ligero toque de sándalo llegar a sus fosas nasales.

Cerró los ojos y sacudió su cabeza por unos segundos, tal vez con un poco más de fuerza de la necesaria.

Suficiente.

La tarjeta de presentación se arrugó entre sus manos mientras la hacía girones y finalmente la dejó en forma de una pequeña bola. No le servía de nada seguir martirizándose al recordar la lástima que le había causado a ese extraño.

Tenía que deshacerse de ese papel y de esos pensamientos, y el segundo paso para ello había sido desechar la bolita de papel en uno de los basureros del parque que se cruzó en su camino de regreso a casa. Entonces, fingiría no recordar la serie de números que parecía haberse grabado a fuego en su mente, y con el tiempo, también fingiría olvidar aquel fortuito encuentro con ese tal Víktor Volkov.

Después de todo, sería inútil recordar aquella información, sobre todo ahora que las cosas comenzarían a mejorar.



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Sólo que las cosas no mejoraban.

O, bueno, lo hicieron durante un tiempo. Un corto periodo en donde Horacio se veía más tranquilo, sin ese permanente estado ansioso en el que estaba desde que conoció a Dex.

Pudieron pasar más tiempo juntos, casi como en los viejos tiempos, y dejaba que lo abrazara, sin preocuparse de un malherido cuerpo en recuperación. Sus coloridos y vistosos atuendos también regresaron, y Gustabo, sin poder admitirlo en voz alta, se sentía feliz y aliviado de ver a su hermano vivir de nuevo de la forma en que realmente era, y quiso creer que esta vez, finalmente, sería diferente, que en realidad ese bastardo se había dado cuenta de la increíble persona que tenía a su lado.

Los días se hicieron semanas, pero cuando parecía que se convertirían en meses, se detuvo. Aquella noche en la que Gustabo abrió la puerta pensando que la pizza que ordenó Greco había llegado, no tuvo que preguntar más al ver el estado en que Horacio se encontraba, y aunque él quiso pronunciar alguna palabra, no le dejó, tomándole entre sus brazos con cuidado para iniciar la tan odiada rutina a la que desafortunadamente estaban acostumbrados.

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2023 ⏰

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