La brisa serena tranquiliza una mente inquieta.
Sentir el viento en la cara, sentir como se mueve la ropa sobre el cuerpo
Cuerpo muchas veces prisionero de su propia forma, pero allì està el viento para recordarnos que tenemos libertad.
La respiración se acompasa con las rafagas de una brisa inquieta que va dando forma y movimiento al verde césped.
La perfecta armonía de la naturaleza, naturaleza viva que despierta para mostrarnos que siempre va a estar allí, sin importar las circunstancias, los momentos o la vorágine del día, ella siempre está allí para ser apreciada y percibida por cada sentido de nuestro cuerpo.
La vista baja en el cuaderno en el que escribo estas líneas, el oído que se va afinando poco a poco para acostumbrarse a los ruidos externos, dejando en silencio todo el murmullo que nos habita.
El tacto fino tomando la pluma, sintiendo la suavidad de la hoja, el sabor amargo de pensar que no siempre tendremos este momento para disfrutar y disfrutarnos, momentos fugaces, que se van para no regresar.
Y cuando el viento se detiene a descansar, aparece nuevamente la brisa que roza la cara como si fuera una caricia.
Las campanas de la iglesia suenan y me traen de nuevo a la realidad, el tiempo jamás se detiene, aunque busquemos la forma, aunque salgamos de nuestros cuerpos elevados por la mágica sensación que nos da un día sereno, el tiempo con su ruido y movimiento, jamás se detendrá, nos seguirá marcando el paso, hasta que este momento sea el último.
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Por las noches
RandomHistorias, cuentos donde todos en algún punto sentimos identificados identificamos. Los pensamientos nocturnos nos revelan nuestros más oscuros e internos sentimientos.