Paciente esperaba la princesa poder encontrarlo, verse como se lo había prometido.
El príncipe llegó, no era encantado y mucho menos valiente, no cruzó océanos, no derrotó dragones, apenas cruzó la calle con el semáforo en amarillo commo prueba de su hidalguía para no llegar tarde.
La princesa tampoco era princesa, era alguien que esperaba... esperaba ansiosa.
Al verse no se iluminó el cielo ni bailaron querubines alrededor, solo se miraron a los ojos y ella le dijo "Vení sentate, te estaba esperando".
No había flores para regalar, solo una bebida fría en ese bar.
La Princesa lo había esperado tanto que ya no lo quería ahí, quería que se fuera lo más rápido posible del lugar, pero él hablaba y hablaba.
Nunca más se volvieron a ver, no existieron designios misteriosos y románticos que los unieran.
El frío en ella seguía siendo el mismo, el frío de la espera, que no era otra cosa que el frío de su propia soledad.
La princesa dejó de creer en príncipes que pudieran rescatarla, pero sí seguía creyendo en la esencia del amor, el amor que se tenía, amor que poco a poco iba ganando su corazón.
Nunca más volvió a ese bar, ni volvió a buscar afuera lo que siempre vivió en ella, esa máquina perfectamente completa que sólo debía echar a andar.
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Por las noches
AcakHistorias, cuentos donde todos en algún punto sentimos identificados identificamos. Los pensamientos nocturnos nos revelan nuestros más oscuros e internos sentimientos.