Prólogo

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¿Se puede ser feliz con algo que uno no desea, pero está obligado a hacerlo? ¿O estás solo aceptando la derrota?

Narrador.

Allí estaba.
Ese adolescente, rostro joven y enérgico de la familia Madrigal. Ayudaba al pueblo con su don, era una tarea sencilla hacer cosas por otros cuando lo requerían y necesitaban, como está vez, un chico que debía recoger algo importante que le iban a traer a su hogar. Pero no sé podía presentar el mismo ya que estaba en el hospital con su esposa embarazada. Si, básicamente Camilo había salvado a un bebé y a una mujer.

Orgulloso de lo que había hecho, regresó a su hogar sintiéndose todo un héroe, recibió muchas felicitaciones de todos. Se habían enterado de lo sucedido, y les parecía una acción muy buena.

Su sonrisa estaba a todo lo que daba, pero no por mucho. Bruno le observaba en el fondo, después de que todos le felicitaran. El joven creía que era raro, casi no tenían interacción, y era incómodo cuando tenían que hacer tareas juntos, o tan solo al estar ambos en una habitación. Que hombre tan extraño. Pensaba.
Lo peor era cuando veía que el problema nada mas ocurría con el mismo. Bruno no evadía a Agustín. Ni a su padre. Ni siquiera a su pequeño hermano Antonio. Solo a él.

Por alguna razón, le frustraba. No sabía el porque, pero solía creer que arruinaba todo.

El asunto se le había olvidado, ahora estaba en su habitación aburrido. Con la mirada hacia su ventana, podía ver la naturaleza que abundaba a las afueras. Era extraordinario.

Aunque algo le saco de sus pensamientos, su madre le estaba llamando, como típicamente, por gritos.

- ¡Camilo, ya baja a comer!

La idea de comer sonaba maravillosa, siempre fue así. Hasta el día que Bruno había entrado en la mesa y ahora el rizado tenía que compartir su mirada siempre al alzarla y verlo ahí, comiendo extrañamente. Además que era usual que Mirabel tratara de juntarlos. Siempre resultaba en una escena tan incómoda. Bueno, por lo menos para Camilo.

Suspiró y abrió su puerta, no sin antes apagar la luz principal de su gigantesco cuarto antes de salir, después volvió a cruzar su puerta, pero sin fijarse si venís alguna persona. Y el destino es tan malo, que lo hizo chocar con él. Con el extraño e incómodo tío Bruno.

- Lo siento, lo siento... - dijó el joven de forma amable. Sus intenciones no eran ser insolente con el, bueno... ni siquiera sabía cómo tratarlo.

- No te preocupes, sobrino. Fue un error, todos los cometemos. Para la próxima, presta más atención.

Bruno tranquilo le habló, aunque a Camilo no le pareció lo último.

- Si estaba prestando atención. - habló con un tono de voz más serio, lo que hizo que el mayor girara a verlo.

- Parecía que no. No hubieses chocado conmigo.

El joven Madrigal solo suspiró enojado y bajo las escaleras ignorandolo. ¿Cómo se atrevía?, nunca le hablaba, pero para corregirlo si, que estupidez.

Ya en la mesa, se obligo a relajarse ya que iba a estar con toda la familia, y lo más importante, iba a comer agusto.
Se sirvió mucha comida como de costumbre, lamentablemente Bruno se sentó enfrente suya, pero no le prestó atención.

- Camilo mijo, ¿puedes pasarme la crema? - preguntó su madre desde el otro extremo de la mesa. Él asintió y se estiró un poco, para primero dársela a su padre.

Ya había pasado un tiempo después de que todos se habían sentado a comer, por ahora no había parecido incómodo solo un poco tensa en lo que constaba a mirar hacia adelante, porque siempre tenía que hacer contacto visual con su tío. Probablemente lo hace a propósito. Qué bastardo.

Alma, como cada vez que estaban juntos en la mesa, llamó la atención de todos para dar un aviso, y que los demás dieran su opinión.

- Familia, he de anunciar que, desde el día de hoy todos tenemos que estar preparados. Nuestros menores de la casa, exceptuando a el pequeño Antonio, pronto van a obtener su marca y nuestro deber es protegerlos y apoyarlos. Además haremos una ceremonia para juntar a nuestros Madrigales, y a sus lazos del destino. Camilo, Mirabel, en cuanto sepan la forma de su marca, tendremos que anunciar al pueblo y encontrarán a su pareja en una ceremonia especial para ustedes. Queremos que esto sea adecuado y se sientan agusto. - el rizado sonrío de una manera falsa. No le agradaba la idea de tener que entregarse a un alfa. Más bien, no le agradaba la idea de ser un omega.

- Por supuesto, mamá. Camilito va a estar listo para ser mayor. Nunca imaginé que esto pasaría tan rápido. - habló Pepa, mientras se le formaba una nube y el viento resoplando de forma lenta pero melancólica.

Mayor. ¿Mayor es ser obligado a tener a una persona de pareja aunque ni siquiera la haya conocido?. Entonces ojalá nunca serlo.

- Camilo, tienes nervios? - le cuestionó la primogénita de Felix y Pepa a su hermano.

- Yo... no lo sé, ni siquiera se si quiero tener una marca.

- Al principio todos están así. Indecisos y con miedo, me pasó a mí tambien pero después fue una de las mejores cosas que me han ocurrido. - trato de calmarlo y acarició el brazo de su prometido, dando a entenderle lo feliz que estaba después de la ceremonia de su marca.

- Espero que por lo menos sea feliz como tú.

Por el contrario, la chica estaba muy emocionada. Se le veía porqué estaba abrazando a su madre y a su padre, ambos de manera sentimental.
Ahí a unas sillas, estaba Bruno. Tan tranquilo y callado comía restándole importancia al asunto.

Camilo ya no estaba comiendo igual, el apetito se le había quitado desde el momento en que escuchó acerca de la marca. Esto le había comido la cabeza desde hace unas semanas, e incluso meses, al momento de cumplir años. Siempre le habían gustado sus cumpleaños, el festejo, la comida y las personas. Pero en sus quince primaveras fue diferente porque sabía que estaba cerca de ser marcado.

Después del anuncio, todos recogieron sus platos y fueron a lavarlos, como si fuera un día cualquiera. Pero para Camilo no era así. Fue el último en dejar sus platos en su sitio, y de ahí se fue directo a su habitación. Suspiró frustrado, sentía como algo en su estómago le daba mala sensación, le daba vueltas y se echó en su cama hundiendo su rostro en la almohada.

Vagamente estaba pensando, no podía siquiera hacerlo. Todo giraba en torno a la marca de la que todos hablaban.

Visualizaba su vida algo pesimista, pues creía que era mejor ser realista a fantasioso. No iba a pensar que su vida con la o el alfa iba a ser maravillosa y alegre, no con alguien que no conocía. Tampoco estaba listo para tener pareja, estaba en su plena adolescencia y ya iba a estar comprometido. O eso es lo que él creía.

Se odiaba por ser un omega. Se odiaba por estar en la edad de la pubertad y la maduración. Odiaba a los alfa y a los omega. Pero con mayor intensidad, odiaba al alfa que le otorgará su marca, porque le había arruinado su vida entera.

Tenías que ser tú - Brumilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora