IV. Calma después de la tormenta.

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Narrador.

Camilo se levantó después de haberse quedado completamente dormido en el lugar que servía bastante para relajarlo y acababa de comprobarlo, miro hacia el horizonte y supo que aún era de noche, quizás de madrugada. Las estrellas se miraban preciosas en ese lugar de su habitación, se levantó estirándose, acomodo su ropa y luego se dirigió a dónde estaba su cama y esas cosas. Ahí tenía una ventana que daba al verdadero paisaje de Encanto, y pudo ver qué en efecto, todavía estaba oscuro.

Se extraño, aún escuchaba voces abajo y luego pensó que eran sus familiares o gente del pueblo que estaba bebiendo. Salió de su habitación, no lo hubiera hecho si su estómago no estuviera crujiendo. Pasó por las puertas de sus primas, que probablemente ya estaban dormidas, no eran de quedarse hasta la madrugada, más que Mirabel, pero solo cuando el estaba despierto también. Isabela y Luisa solían dormir temprano, a menos que la plática o los juegos estuvieran buenos.
Y su hermana, no quería escuchar a gente ebria abajo, también estaba dormida plácidamente descansando de su don.

Miro por el balcón y no pudo ver a nadie. Claro, la abuela los había echado afuera para que dejarán dormir en la casa, todo estaba oscuro, solo unas pequeñas velas y las brillantes puertas en cada pasillo iluminaban su camino, giro para bajar por las escaleras, con dirección a la cocina.

Bostezó y pudo escuchar a las afueras las voces de gente del pueblo, su padre y su tío Agustín. No le importó mucho, el quería comer.
Tomó una vela de un cajón de ahí, la cocina no tenía iluminación. La encendió y cuando alzo su vista miró una forma extraña.

— Camilo.

Saltó por el susto, haciendo que la vela cayera justo en uno de sus pies, se apoyó de una silla y se quejo, alzando su pie para ver un poco de la cera que le había caído, ya derretida.

— ¡Ah, mierda!

Se quitó la cera con rapidez y todavía le ardió, alguien le tomo por detrás para ayudarle a qué se apoyará, giró su cabeza al instante y vió que era Bruno, se separó de él como pudo y ahora se golpeó en la esquina de la mesa.

— ¡JUEP-

— No digas malas palabras, Cami.

Le tapo la boca, el menor volvió a mirarlo con extrañeza, más porque sabía lo que era para él, pero no pensaba decírselo jamás.

— ¿¡Qué te pasa!?

Volvió a querer alejarse de él, así que  Bruno lo soltó y se volteó dándole la espalda, para tomar cosas de la cocina.

— ¿No quieres llevarte bien conmigo, verdad?

— No.

Camilo también fue a tomar comida que había en un plato, cuando estaba apunto de irse, de nuevo el mayor se interpuso en su camino.

— Yo si quiero estar bien contigo.

Su rostro se apego mucho al del rizado, olía a alcohol y Camilo hizo una cara de asco, seguro estaba bebiendo tragos afuera.

— Me da igual, ahora quítate borracho.

El ya alcoholizado hombre le tomo de su mentón e invadió su espacio personal, adentrando su rostro al cuello del rizado, para poder analizar su aroma a detalle, esto hizo que se pusiera alerta y lo empujara con fuerza, con una cara de horror cayó también al suelo del lado opuesto a Bruno, que también yacía en el suelo, Camilo dejo la comida ahí tirada en el piso y corrió, no sabía que había pasado pero no quería volver.

Subió las escaleras rápido, miro atrás viendo si es que lo estaba siguiendo pero no era así. Se sentía extraño, algo le había hecho y no entendía qué.
Llegó hasta su habitación y la cerró, estaba asustado. Nadie nunca había invadido su espacio así, y menos hacerle lo que él, prácticamente no le hizo nada malo pero se sentía raro. Se sintió débil.


Tenías que ser tú - Brumilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora