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Si por mi fuera, nunca hubiera entrado en la armada de los guerreros.
Hubiera optado por mantener una vida relativamente tranquila y contenta.
Prefería quedarme en casa con mi madre y mi padre, jugando con mi hermano mayor y disfrutando de esos instantes de felicidad en que la inocencia hace borrar las imperfecciones que puede tener durante ese transcurso de vida.
El tiempo es algo efímero a comparación con el sufrimiento. Por eso, me esfuerzo en recordar esos instantes de felicidad, para que cubran el dolor que he vivido, aunque sea poco, y me vuelque en solo lo bello que vi.
Por ejemplo, no recuerdo mucho sobre las miradas amenazantes o las de asco que nos lanzaban cuando salíamos a la calle, fuera del gueto o las frases mal hirientes y la violencia en las zonas de Liberio. Solo recuerdo los paseos cerca a la playa y los juegos de Colt. Me encantaba el mar, ver las olas y las embarcaciones meciéndose con la brisa de olor a salitre, las gaviotas volando y revoloteando cerca al muelle. Es algo que me producía paz. Todavía lo hace.
La arena que nunca he pisado. Las aves volando en lo alto, alejadas del peligro y en libertad. Tal y como me gustaría hacerlo.
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Colt, un día, fue después de clases al otro lado del muro con nuestro padre y regresó con un uniforme blanco cuyo color no tenía nada que ver con la guerra y con el único adorno del brazalete. Me llamó después de la cena y me dijo que había entrado para ser candidato de guerrero. Era lo que la familia esperaba con angustia y habían festejado en cuanto él llegó a casa, pero quiso decírmelo a mí solo para que entendiera en que posición estábamos en ese instante. Solo me ganaba por 7 años y ya intentaba hacer todo lo posible para que no nos desterraran y nos lanzaran como titanes puros en la isla de los demonios. Me demostraba, con ese acto, su papel de hermano mayor.
No tenía que preocuparme por ello, me dijo. Él se encargaría del asunto. Sin embargo, no era suficiente su sacrificio y tuvieron que alistarme a mí también. Se sintió muy triste y no me habló por varios días. Dentro de unas semanas, ya estaba integrado en las listas. No podía cambiar eso. Ni siquiera había pensado en formar parte de los guerreros, así que, incentivado por el valor de Colt, solo me esforzaba para sacar adelante a mi familia. Quizás algún día sea igual a él.
*******
Caminando al lado de la orilla vi a una niña sentada sobre la arena. Era cadete al igual que yo, por el uniforme que vestía, y dibujaba garabatos que las olas borraban cada cierto tiempo. Pese a ello no dejaba de hacerlo. Escribía con la derecha y cuando se le cansaba intentaba con el brazo izquierdo. Le salía pésimo, claro, pero no cesaba en esa labor que ella misma se impuso. No supe cuánto tiempo estuve viéndola hasta que ella se levantó, se sacudió y se dio cuenta de mi presencia. Me miró con fijeza y yo esquivé sus ojos. Eran oscuros y no me gustaban. Me hice el desentendido hasta que mi hermano pasó por mí, cuando ella ya se estaba yendo y no se dio cuenta de lo que sucedió. No pasó nada en realidad.
Al día siguiente la volví a encontrar dentro de la academia. Iba junto a otra niña y cuchicheaban sobre algo. Esta vez iba sin arena en sus ropas y con el pelo atado en una coleta. Esta vez no me notó, ocupada con lo que estaba charlando sobre ser un eldiano honorario.

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Recuentos del otro lado del mar | SNK
Short StoryONE SHOT El punto de vista del niño que quería la libertad, pero del otro lado del océano, a millas lejanas de Paradis. Eventos importantes en su paso por el mundo o solo simples momentos que marcó en su memoria, como en el día de hoy. Falbi ✨