Prólogo | 머리말

172 4 0
                                    

Le gustaba echarse en su regazo, un mal hábito que adoptó desde cachorro. Después de un largo día en el valle de Hinata, descansar a su lado era algo idílico: mientras Mizuko le acariciaba las largas orejas, él cerraba los ojos y dormía una muy merecida siesta. Dos horas después ambos se levantaban, y cenaban lo poco que pudiesen encontrar dentro de las cestas de mimbre.

Kaede sueña con un hermoso paisaje montañoso. Tal vez Mizuko con los sembradíos de arroz donde trabajó gran parte de su vida. Encima de su cabeza, unos gansos salvajes sobrevuelan los cielos en una formación perfecta; en el otro, probablemente el hombre haya encontrado un pez gordo y grande luchando por respirar entre las plantas. Aquellos montes le hacen recordar a cuando se conocieron, justo después de la desaparición de su manada. En su mente, Kaede alza la cabeza para captar con la nariz el dulce aroma de los almendros hasta que de pronto resuena un fuerte estallido demoníaco.

El susto hace que sus patas reaccionen y comience a correr hacia donde cree nadie va a hacerle daño. El terreno se va cuesta abajo. Unos hermosos conejos intentan escapar también, nerviosos y aterrorizados, y en la cima de uno de los árboles Kaede jura ver un pavo real totalmente blanco. Del cielo, desciende lo que parece ser una gran bola de fuego que enciende las hojas verdes de las plantas vírgenes. Las flores se marchitan al preciso instante en el que sienten el calor sofocándolas y mueren allí, colgadas en su lugar. El humo se mete dentro de sus ojos y pulmones, lo cual le causa espasmos y una grave asfixia. No tarda mucho hasta que se le quiebra una de las patas al haber pisado una piedra por accidente. No obstante, gimiendo por el dolor, sigue avanzando entre aquél infierno.

Detrás suyo, las bolas de fuego siguen descendiendo. Percibe el olor de la carne chamuscada; algún conejo no pudo salir con vida al parecer, se dice. Cansado, vuelve a tropezarse. Se deja caer y rueda hasta quedar sumergido dentro de un lago lleno de ramas negras. De forma inconsciente se da cuenta que ha comenzado a aullar en voz muy alta. Y Mizuko, a su lado, le despierta con un leve golpe en el lomo.

Ya Kaede se encuentra alerta. Un mal sueño, eso es lo que ha sido. Pero por alguna razón tiene un terrible presentimiento. Con cariño, comenzó a mover la cola hacia su maestro, quien no paró nunca (en su último día, en su lecho de muerte...) de sonreírle.

-¿Qué ocurre, amigo? -le preguntó. Aquellos ojos color café lo observaban con dulzura y sinceridad. Kaede acercó entonces su hocico hacia su rostro y pasó su lengua por su nariz, en un desesperado intento por suplicarle que (por el amor al cielo) no le abandonáse a su suerte.

Que se quedara un instante más.

Que le dijese lo que esperaba escuchar salir de sus labios.

-Puedes estar tranquilo, chico -farfulló-. Yo no te estoy dejando... -Y abrazándole con fuerza, descansaron allí, resguardados bajo la sombra de un gran árbol de cerezos.

Lamentablemente Kaede comprobaría, un par de días después, que ese malnacido le había mentido.

Areumdawoon [YTC | Caín × Jooin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora