|Capítulo 4|

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Daniel

—Insisto, tía Elena—habla Maximiliano tratando de convencer a mi madre—, Dani está muy grave, ¡solo míralo! Está muy flaco, pálido y débil, parece un zombie.

Miro a mi primo con estupor, luego a mi madre, ¿en serio va a creer en sus palabras? Es demasiado exagerado, me siento bien. No veo cuál es su problema para darle todo ese drama a mi situación.

—Creo que está bien, no hay que exagerar, cariño—responde mi madre.

Maximiliano voltea a verme, le muestro una sonrisa altanera para que deje de meterle ideas a mi familia, menos mal que mi madre no ha decido seguirle la corriente.

—Pero… la otra vez probé su sangre y no tenía buen sabor—insiste, y lo consigue, mi madre cambia su semblante a uno de angustia.

En cambio yo, miro amenazante a mi primo, aunque él no me esté mirando fijamente, yo sí lo hago. Me había prometido que no comentaría nada al respecto. Mi madre desvía su atención a mí por uno segundos, luego me sonríe.

—Espérame aquí, cariño, mejor ve a la cocina y asegúrate de que el almuerzo ya esté listo—me indica.

Es evidente que es una excusa para deshacerse de mí y que no escuche su conversación. Doy media vuelta para hacerles creer que iré a la cocina, mientras tanto, ellos avanzan dirigiéndose al cuarto que mi padre utiliza como oficina. Vuelvo a dar media vuelta, esta vez para ir al sofá donde mi hermana ha estado todo este tiempo concentrada pintado sus uñas.

—Si que eres chismoso, Dani—murmura—. ¿De qué están hablando?—pregunta, interesándose también.

Me siento en el extremo del sofá que está más cerca del cuarto donde se han metido, intento escuchar la conversación de mi madre y Maximiliano. ¿Qué tan exagerado estará siendo? Tal vez mi madre salga de esa oficina con la idea de internarme en algún hospital.

—En serio, tía Elena, ya he probado la sangre de Daniel y sabe exactamente igual como aquellas vez que lo traje medio moribundo—dice mi primo, se escucha angustiado. ¿De verdad a eso sabe mi sangre?

—Tal vez se deba a que sigue un poco enfermo—opina mi madre, tratando de convencerlo a él y sí misma.

—Pero ya lleva bastantes días así, ¿no te parece extraño eso?

Dejo de oír la conversación ajena y me sobresalto cuando escucho algo caer al suelo. Giro mi rostro para ver el sitio donde está sentada Daniela, descubro que ha dejado caer su esmalte, se apresura a levantarlo mientras chasquea la lengua, luego vuelve a acomodarse en el sofá y continuar pintando sus demás uñas.

—Qué complicado es pintar con la izquierda—farfulla.

Decide abandonar su actividad y cerrar el esmalte. Contemplo desde mi asiento que ella se levanta y guarda la pintura donde corresponde.

—Ya me voy, Dani, suerte con el sermón que va a soltarte mamá—anuncia.

—¿Y tú a dónde vas?

—A ver a Isa.

—¿Segura que a ella? —inquiero.

—¡Sí, déjame en paz!—espeta antes de dirigirse a la puerta y salir de casa.

Vuelvo a mirar la puerta donde aún permanecen Maximiliano y mi madre, puedo continuar de entrometido escuchándolos o puedo seguir a mi hermana y resolver una duda que tengo desde que empecé a sentirme débil y enfermo.

Gana la segunda opción. Me levanto del sofá, me aproximo a la entrada y salgo de mi hogar sin que nadie se percate. Mi sentido del olfato no ha desaparecido del todo, pero cada día que transcurre lo siento más débil.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2022 ⏰

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Isabella: El retorno a DédferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora