Un día antes del accidente

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Capitulo 1
Un día antes del accidente

El viernes por fin había llegado.

Todo el mundo festejó que el fin de semana estaba a la vuelta de la esquina, en especial un rubio que pensaba pasar la tarde junto a sus amigos en la playa.

Johnny Lawrence era un chico apuesto, de cabellos rubios y hermosos ojos azules, era el chico más codiciado en la escuela, pero tenía la mala fama de ser un mujeriego. Hace algún tiempo él era distinto, era un tonto enamorado, cursi y romántico, sin embargo, todo eso cambió cuando descubrió que su novia Ali Mills, lo estaba engañando.

El corazón se le había roto por completo, por primera vez, el gran Jonh Lawrence estaba destrozado, y no se necesito de ningún golpe para derribarlo. Se juro nunca más volver a creer en el amor, y así fue, el rubio había olvidado por completo la sensación de sentir en el corazón, aquel sentimiento que solo le había traído dolor y pena.

Ya nunca más sintió que alguna chica fuera la indicada, ni jamás volvió a pensar que se trataba de amor verdadero cuando tenía un cita. Johnny solo se limitó a tener citas por diversión, para pasar el rato y dejar que su mente se pudiera distraer del dolor.

Esa tarde era justo lo que buscaba, un poco de distracción, pero si tan solo alguien le hubiera dicho que hoy podría conocer al amor de su vida, tal vez las cosas habrían sido diferentes.

Mientras tanto, el mismo viernes, un chico de cabello negro se estaba mudando junto a su madre, a un pequeño departamento en el barrio de Reseda. Daniel, era nuevo en la ciudad, pero eso no le impidió hacerse rápidamente amigo de un chico de etnia latinoamericana, llamado Freddy, quien sin dudar, invitó al azabache a aquella fiesta en la playa que varios chicos de su escuela había planeado para la misma tarde.

La madre de Daniel pensó que su pequeño hijo merecía un poco de diversión, y es que, Daniel nunca estuvo de acuerdo con la mudanza, toda su vida estaba en San Francisco, y haberse mudado a Los Ángeles era algo muy difícil para el niño.

Daniel por dentro, tenía un mal presentimiento, la corazonada le decía que haberse mudado a California fue lo peor que le ha pasado en la vida. Cuánta razón tenía, si tan solo alguien le hubiera dicho que le esperaba una gran tragedia en aquel nuevo hogar, tal vez las cosas habrían sido diferentes.

Johnny iba conduciendo a toda velocidad en su motocicleta, junto a sus mejores amigos, iban todos camino a la playa. De repente, frente a ellos el semáforo se tornó rojo, detuvieron brevemente las motos, esperando a que volviera a ser verde, sin embargo, ningún automóvil se asomaba por la carretera, a estás horas no había ningún movimiento en aquellas calles.

—No está pasando ningún auto, hay que continuar— exclamó Dutch.

—Es verdad, no pasará nada si salimos el semáforo esta vez, no hay nadie que pueda salir herido— secundó Tommy.

—No lo sé chicos, aún así no es correcto.— dijo el rubio de la cinta negra en la frente.

—Vamos Johnny, no seas cobarde— le retó Jimmy.

Entonces los amigos del rubio encendieron sus motores y continuaron su camino, sin darle importancia a aquel semáforo que continuaba en rojo. Johnny era muchas cosas, pero en algunas ocasiones le llegaban momentos de moralidad, así que ahí se quedó esperando un buen rato, que parecía no ser tan largo en realidad, pero si tan solo alguien le hubiera dicho, que si se pasaba de largo el semáforo, habría llegado a tiempo para conocer al amor de su vida, tal vez las cosas habrían sido diferentes.

Daniel estaba disfrutando mucho el día en la playa, estuvo jugando soccer entre la arena, conoció a chicos que iban en la misma escuela a la que se había inscribido, cosió algunos malvaviscos en la fogata. Realmente se estaba divirtiendo, y ese presentimiento que le atormentaba, poco a poco iba desapareciendo. El sol se había ocultado, había anochecido y el sonido de varios motores se hicieron resonar. Eran los cobra kai y su costumbre de siempre llegar tarde a las fiestas, porque pensaban que eso los hacia ver cool o algo.

En cuanto los vió, a Daniel le dieron mala espina, y si tan solo el rubio que faltaba hubiera estado presente, el azabache habría posado su mirada en él, perdidamente enamorado, y tal vez así, las cosas habrían sido diferentes.

Pero como Johnny Lawrence no se encontraba, Daniel no les dió mucha importancia a los chicos de chamarra de cuero escarlata. Su amigo Freddy empezó a contarle cosas malas sobre todos y cada uno de los chicos, lo cual solo aumentó su disgusto hacia ellos.

—Pero el peor de todos es Johnny Lawrence— le dijo Freddy —Ha roto los corazones de todas y cada una de las chicas con las que sale, solo busca tachar sus nombres de su lista.

—Que horrible persona— comentó Daniel —Alguien así no merece ser amando nunca.

Tras haber visto la actitud de los cobras, Daniel rodó los ojos y prefirió irse antes de que llegará el tal Lawrence, que era el peor de todos ellos. Si tan solo se hubiera quedado un poco más, tal vez las cosas habrían sido diferentes.

Pero regresó a su casa caminando junto a Freddy, quien se ofreció a acompañarlo. Tras haberse ido, llegó Johnny en su motocicleta, por fin había alcanzado a los cobras, y estaba dispuesto a seguir ligando chicas para luego desecharlas. Pero si hubiera visto la cara de aquel azabache que nunca antes vió, Johnny Lawrence habría creído nuevamente en el amor.

Daniel solía despertarse a las once de la mañana todos los sábados, la flojera se apoderaba de él, y no quería levantarse antes de esa hora, aún así, este sábado había decidido pararse temprano para aprovechar el primer día en su nuevo hogar, saludo a su madre, que bebía un café caliente en su taza favorita.

—¡Daniel! Que milagro, ¿por qué estás despierto tan temprano?— le preguntó asombrada su madre Lucille.

—Solo quiero aprovechar el día— le contestó.

Si tan solo alguien le hubiera dicho que era mejor que se hubiera despertado a la hora de siempre, tal vez las cosas habrían sido diferentes.

—Bueno, ya que estás despierto, ¿podrías traer algo de leche? Se ha acabado y no puedes comer cereal sin ponerle leche.

—Claro mamá, iré rápido a la tienda— le contestó, y acto seguido, tomó algo de dinero y se subió a su bicicleta.

Daniel iba a la tienda más cercana que había, y se encontraba solamente a algunas calles de los departamentos, pero aún así, parecía que la tragedia ya estaba escrita en su vida. Mientras iba en su bicicleta, un auto deportivo rojo se estrelló a toda velocidad contra él, ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar, había salido de la nada.

El auto que lo había atropellado, era conducido por un rico, en estado de ebriedad, quien se dió a la fuga tras haber lanzado al azabache tres metros. La rueda de la bicicleta quedé había doblado por completo seguía girando, mientras Daniel continuaba inconsciente, tendido en el suelo.

Lucille se empezó a preocupar porque su hijo no regresaba, se tardaba tanto que se desesperó, y con la mano en el corazón saliendo del departamento a buscar a su bebé. Dió tremendo gritó cuando lo encontró a pocos metros, siendo levantado por paramédicos que intentaban meterlo a la ambulancia. Daniel había estado un buen rato en aquel frío suelo hasta que por fin alguien llamó a emergencias tiempo después.

—¡DANIEL!— gritó desgarradoramente. —¡DANIEL, NOO! ¡DANIEL!— la mujer comenzó a llorar incontrolable, tanto fue el dolor que se cayó al suelo al sentir que se le partía el alma.

Uno de los paramédicos fue a ayudarla y tratar de consolarla, ella lloraba a mares, y apenas pudo decir con la voz quebrada, que se trataba de su hijo; una vez Daniel estuvo en la camilla, él y su madre enteraron a la ambulancia, y al pequeño azabache lo conectaron con varios cables, una intravenosa, una mascarilla para dar oxígeno, el monitor cardíaco (que por fortuna indicaban que el pelinegro seguía vivo) y muchas otras cosas, para tratar de mantenerlo así hasta llegar al hospital.

Daniel dió a parar a terapia intensiva, de dónde muy pocas personas salían con vida. Afortunada, o tal vez desafortunadamente, Daniel sobrevivió, despertó confundido y alterado cuatro días después del accidente. Paso más de un mes de recuperación, cuando a Lucille le dieron la noticia.

El cerebro de Daniel había sufrido un daño irreparable, más específico, en la zona de la memoria a corto plazo. El azabache de ojos cafés no podía recordar nada que hubiera pasado después de aquel viernes cuando llegaron a California, todo lo que pasaba durante el día, se borraba de su mente al dormir.

50 Primeros Besos (LawRusso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora