La primera cita

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Capitulo 3
La primera cita

Johnny Lawrence se encontraba tratando de pasar el rato. La monotonía se había apoderado de él, desde que no hacia nada más que estar acostado y comer, la vida en espera se había vuelto super aburrida. Extrañaba la escuela (nunca creyó que diría algo así) pero al menos ahí tenia algo que hacer, ahora en cambio, por más que hiciera lo que se le antojará, nada lo hacia disfrutar de las vacaciones.

Ya había tratado de salir varias veces con los cobras, practicaba karate todos los días, escuchaba Guns N' Roses, Queen, y todas sus canciones favoritas de bandas de rock, y aun así, no sentía que el tiempo se hiciera menos largo. Lo peor del asunto es que, como su mente no podía ocuparse de algo, no tenia forma de distraerse de las dos cosas que ahora invadían sus pensamientos; uno: el hecho de que pronto entraría a la universidad y dejaría atrás su hogar en encino y dos: el pequeño niño pelinegro de la bicicleta.

Johnny se preguntaba el porqué no podía sacárselo de la cabeza, recordaba sus ojos cafés y el corazón le latía con fuerza. El rubio no era gay...¿o tal vez sí? Nunca se lo preguntó a si mismo, ¿Tal vez solo salía con Ali porque era lo que su madre y Sid querían? Sin duda la chica le parecía atractiva, y cuando estaban juntos había sentido que nada en el mundo importaba más que ella, cosa que la chica rubia aprovechó para que Johnny le cumpliera sus caprichos mientras lo engañaba con otro chico. Pero sin duda el rubio realmente se había enamora de ella, pero ahora estaba sintiendo las mismas sensaciones que sintió en aquel entonces, pero ahora eran dirigidas hacia el niño de ojos bonitos que se topo.    

No, eran incluso más intensas que con Ali. Eso al de ojos azules le estaba preocupando, no quería sufrir otra vez, ya pensaba que el amor era solo un inventó, estaba seguro que su madre, Laura, no amaba a Sid, solo lo quería por los beneficios económicos para ella y para su hijo, y su padre verdadero los había abandonado, así que realmente no tenia buenos ejemplos como para creer que el amor de verdad existiera. Por otro lado tenía miedo de ser rechazado, seguramente el azabache lo rechazaría de inmediato por haberse comportado como un autentico imbécil con él, incluso creyó que el chico de la bicicleta se burlaría de él por ser gay, si le llegara a confesar sus sentimientos.

Finalmente decidió salir a la calle, era una tarde agradable, algo debía encontrar para perder el tiempo. Paseó por las calles con la mente vacía al no saber que hacer, hasta que su estomago rugió pidiendo alimento, entonces entró al primer restaurante barato que vio. Allí se encontraba Daniel, que estaba comiendo una hamburguesa, junto a su madre en una pequeña mesa frente a la ventana, como solían hacer todos los días, repetida y monótonamente para Lucille.

—¿Sabes mamá? Es extraño, es la primera mordida que le doy a esta hamburguesa, pero me siento empalagado.— dijo el azabache, cuya voz fue captada por el rubio que iba entrando por la puerta.

—Si no la quieres, puedes pedir que te la empaquen para llevar— le dijo su madre con una sonrisa, a lo cual Daniel bajó la mirada, y se llevó una papa frita a la boca.

Johnny al darse cuenta del niño de la bicicleta, comenzó a sudar nervioso, ¿por qué? Ni él lo sabía, era la primera vez que su actitud segura ante un ligue se desplomaba como una torre de naipes. Quería acercarse, pero a la vez no, tal vez podría pedirle disculpas por su actitud del otro día, y quizá después invitarlo al cine o algo.

—Voy al tocador, en seguida vuelvo— dijo la madre del chico levantándose de la silla. Allí estaba su oportunidad, el azabache estaba solo, era ahora o nunca. 

Se armó de valor y con pasos firmes se aventuro a hacer lo que mejor sabía, golpear primero.

Al acercarse a la mesa el niño pelinegro alzó su mirada y la posó en el chico rubio que tenia enfrente, no lo reconocería ni en un millón de años debido a su condición, pero supuso que se habían visto en la playa o algo, porque se le hacía familiar su rostro. También inexplicablemente sintió un flechazo por el rubio, que lo miraba con aquellos ojos azules penetrantes.

—Hola...bueno...sé que debes estar odiándome, pero quería disculparme por mi actitud de antes.— dijo Johnny tratando de verse arrepentido, porque realmente lo estaba, pero no era bueno demostrando sus emociones a las demás personas.

—Disculpa, ¿te conozco?— preguntó el azabache con mirada confundida, no esperaba una disculpa por parte del rubio, cuando ni quiera sabía quien era.

—Oh, lo siento— exclamó —soy Johnny Lawrence, tal vez no me recuerdes, pero soy el chico del otro día, el que te trato mal— le dijo.

—¿El otro día?— se preguntó Daniel —Tal vez te equivocas de persona, este es mi primer día en la ciudad, soy Daniel LaRusso.— le contestó lo que él creía era verdad y le extendió la mano para darle un apretón —Además, estoy seguro que te recordaría, tus ojos son inconfundibles.

¿Le estaba coqueteando? Johnny pensó que era probable, así que siguió el juego.

—¿En serio? Estoy seguro de que se trataba de ti, nunca olvido la cara de un chico tan guapo como tú— tras decirlo, el azabache le regaló una sonrisa. Dios, su sonrisa era tan bella, Johnny nunca vio una sonrisa tan hermosa. —¿Te gustaría salir conmigo?— se atrevió a preguntar.

—¿Como una cita?— le preguntó Daniel.

—No...bueno sí...digo...si tú quieres...

—Me encantaría.

Johnny sonrió, lo había logrado, no tenia idea cómo, pero lo había logrado; en eso la señora LaRusso regresó a la mesa, y se confundió al ver al rubio parado frente a su hijo. No lo reconocía, y es que había hablado con todos los amigos de Daniel, para asegurarse que nadie le recordara que no podía recordar. 

—Mamá, este es Johnny, ¿puedo salir con él esta tarde?— le preguntó a su madre.

—Claro cariño, solo regresa temprano por favor— le contestó. Lucille llegó a pensar que Daniel conocía al rubio, ya que le dijo su nombre, y creía recordar que lo había mencionado antes después de aquella fiesta en la playa, así que concluyó que no habría problema alguno, además ella quería que Daniel se divirtiera lo más posible, quería que tuviera una vida normal a pesar de que olvidaba todos los días que pasaban, al menos hasta encontrar una solución.

Tras haber obtenido permiso, Daniel se levantó, abrazó con fuerza a su madre, y salió del lugar acompañado de Johnny a su lado. Lucille se quedó estática, no pensó que Daniel se refería a justo ahora. 

Por otro lado, Daniel y Johnny caminaban sonrientes, ambos estaban felices de estar juntos, como si así debiera siempre haber sido. Las preocupaciones del rubio parecieron haber desaparecido al estar en compañía de Daniel, y el azabache se divertía tanto que dejó de creer que haber venido a California había sido una mala idea. 

—Ven Johnny boy, súbete— le dijo Daniel montando su bicicleta. 

Johnny casi se reía, después de tener una motocicleta, una bici parecía un juguete de bebé, aun así, no quería ofender al chico, y no tuvo más opción que subirse detrás del azabache, apoyar sus pies en el eje de la rueda trasera y abrazar al pelinegro en su cintura, incluso, cuando Daniel comenzó a pedalear, apoyó su cabeza en la espalda de este. 

Daniel se sentía como ese hombre cool de las películas, que lleva a su chica en moto, rumbo al atardecer, con lentes de sol, irradiando estilo, Johnny por su parte se sentía como si estuviesen paseando en un carrito de juguete, pero no se quejó, puesto que podía oler el bello aroma del azabache, plantó su nariz entre el cabello oscuro de Daniel y lo olió, deleitándose con el agradable aroma que desprendía. 

La cita fue realmente maravillosa, fueron al arcade a jugar varios videojuegos hasta que se les acabaron las monedas, compraron helados de chocolate, corrieron como niños pequeños sin preocupaciones, y Johnny ganó un peluche en la maquina de la garra, y se lo regaló a Daniel, estuvieron como veinte minutos discutiendo acerca de este peluche, puesto que el rubio simplificaba que era un delfín, mientras Daniel trataba de convencerlo que se trataba de una marsopa, un familiar parecido a un delfín, pero diferente especie.  

Cuando llegó el momento de despedirse, Johnny abrazó fuertemente al menor, su cuerpo era tan delgado que sus brazos sobraban para rodearlo, Daniel correspondió, luego se separaron y el azabache se fue en su bicicleta. 

Johnny fue tan feliz de estar junto a Daniel esa tarde, y para él, este había sido el mejor día de su vida, y estaba seguro de que jamás lo olvidaría. Daniel también disfrutó la compañía del rubio, pero lamentablemente, a diferencia de Johnny, olvidaría todo lo sucedido al despertar por la mañana, y se preguntaría, de dónde salió aquel peluche de marsopa.  

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⏰ Última actualización: Jan 29, 2022 ⏰

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