Como si mudarte de un lado para otro fuera hermoso… sin poder entablar bien una amistad porque sabes que pronto te tendrás que ir y lo más probable es que no vuelvas a ver a esa persona.
Me cansé de este estilo de vida así que hablé con mis padres sobre una estabilidad. Como siempre, no se opusieron, pero ellos decidieron en dónde me iba a quedar. No le di mucha importancia, mientras no estuviera de un lado para otro, perfecto.
Al parecer era un reconocido y exclusivo internado que se encontraba en Bath – Inglaterra. Su nombre era Wood-Allen Crescent, este nombre fue dado por los apellidos de los arquitectos y filántropos que hicieron el Royal Crescent en esa misma ciudad, al igual que el Royal Crescent, Wood-Allen Crescent se fundó en el siglo XVIII. Esa cosa ya debería estar en ruinas, pero al parecer el internado siguió funcionando y los dueños se han encargado de que esté en perfectas condiciones.
Sabía que la elección era de mi madre, siempre le han gustado las cosas con muchos años de antigüedad. Aparte de que mi padre siempre ha creído que para mí era mejor establecerme en Australia que en Inglaterra.
Bueno, ya les he dicho que viviré en Inglaterra por deseo de mi madre. Ahora revelaré que soy de Hungría, un maravilloso país de Europa. Yo nací específicamente en la ciudad de Szeged, es la cuarta ciudad más grande y la más importante del sureste del país. Siempre he estado orgullosa del lugar donde nací y aunque nunca he podido vivir demasiado tiempo ahí, me gusta ir de vacaciones. Es como si sintiera una linda conexión con mi tierra.
Mi madre, Hajna Takler, es una famosa actriz y ex-modelo húngara, ha colaborado en múltiples proyectos cinematográficos que han tenido un gran éxito. Su piel es blanca pero ahorita lleva un bronceado, su cabello largo, negro y con ondas, labios rosados y carnosos y ojos grises, con su 1.66, es considerada de estatura media. Los directores como Miklós Jancsó (en paz descanse) y Béla Tarr se enamoraron de su forma de actuar, al igual que el público. Al principio muchos decían que mi madre era muy parecida a Melinda Poznik. No negaré que Melinda es muy guapa, pero mi madre lo es más y no lo digo por ser su hija. Al principio eso incomodaba a mi madre y no sabía por qué, fue hasta que crecí y me puse a investigar sobre Melinda cuando me di cuenta de que modelaba con muy poca ropa y a veces sin ella. Cuando lo supe fui a platicarle a mi madre, juntas nos reíamos mientras hacíamos bromas sobre ello. Aunque mi madre aparentaba ser varios años más joven, ya tenía 38. Y no lo digo así porque para mí sea “vieja”, más bien, para aquellos que buscan modelos para ponerlas en portadas de Playboy… pues, ya no era. Buscaban mujeres de menos de 30 años y sin hijos. Mi madre ya nos tenía a mi hermano Adrien de 20 años y a mí de 18. Y decía que no le gustaba el rumbo en el que iban las carreras de las actrices de hoy en día. A mi no me molestaba que mi madre ya no fuera modelo, yo siempre la he admirado y lo que ella creyera estaba bien. Los que suspiraron de alivio cuando dio la noticia fueron mi padre y mi hermano, es divertido ver lo celosos que son. A veces me enfadaba con lo pesaditos que se ponían cuando mi madre estaba en la grabación de alguna película, me estresaba que no entendieran que era su trabajo y todos sabíamos que nunca aceptaría algo que fuera indigno. Mi madre se limitaba a reír y mirarnos con dulzura cuando me ponía a discutir con mi padre y mi hermano sobre eso, decía que nos veíamos muy tiernos, cada uno preocupándose a su manera, por ella.
Mi padre, Lestat Tlakler, es alto, mide 1.92. sus ojos son verdes, cabello lacio y oscuro, labios carnosos, ligera barba de candado, nariz recta, a sus 40 años tiene mejor condición que un joven de 26 años. Siempre usa trajes, pues es descendiente de Ferenc Takler, lo que significa que también es dueño de los vinos Takler, muy famosos y reconocidos en Hungría e internacionalmente. Los vinos Takler se comenzaron a hacer en el siglo XVIII, antes de que János Garai hiciera poesía. Por tradición la empresa pasa de padre a hijo, lo que significa que cuando mi padre muera o vea que mi hermano ya tiene la madurez y conocimiento necesario, pasará a sus manos. Actualmente trabajamos en más de 75 acres de uvas, en 9 regiones, sólo en Hungría.
Esto significa que tanto a mi padre, como a mi madre casi no los vemos. Aunque trate de ocultarlo es algo que me sigue poniendo triste. Pero con el paso de los años comprendí que entonces el poco tiempo que estuvieran con nosotros lo disfrutaría al máximo.
Y luego está mi hermano… diré de él lo que dicen las muchachas que lo ven, porque si digo lo que yo veo… en fin, Adrien es un poco más bajo que mi padre, mide 1.87. Le encanta practicar deportes, lo que significa que su cuerpo es musculoso, “de infierno” como dicen las muchachas que lo ven. Su mandíbula cuadrada, ojos grises que resaltaban con su leve bronceado que había adquirido en las últimas semanas por pasar tanto tiempo haciendo ejercicio bajo la luz del sol y profundos como los de mi madre, “sonrisa Colgate” y labios carnosos, voz ronca y profunda, el cabello castaño y lacio. Era algo así como el modelo perfecto para Calvin Klein. En presencia de los hombres era inteligente, astuto, sabía cómo comportarse de acuerdo a la ocasión, “el orgullo de todo padre”. Con las mujeres un perfecto caballero, seductor y amante de la belleza femenina, pero nunca era grosero con ellas, siempre les regalaba flores o chocolates. Si eran amigas o compañeras de mis padres lo hacía por cortesía y educación, si eran jóvenes pues… por las mismas razones pero con una diferencia, también lo hacía por coquetería. Todas morían por él, incluso sus ex novias y las que había rechazado hablaban maravillas de su persona. Con mi madre era el hijo perfecto, responsable, educado, limpio, protector, etc. Con todas las personas, en especial con todas las mujeres era un encanto. Claro… con todas excepto conmigo. ¡Agh! Conmigo era un enfado, un estorbo, un tonto, un… ¡agh! Todo lo malo. Bueno, vale, tal vez exagero un poco. En realidad la relación entre Adrien y yo es la típica entre hermanos, nos amamos mientras fingimos odiarnos, o sólo molestarnos.
Al final, estoy yo, Erzsébet Takler. Una joven de 18 años, con apenas 1.63, ojos verdes, pestañas largas, pómulos marcados, piel muy blanca, cabello negro, largo y rebelde, cintura estrecha, caderas no muy amplias, senos grandes para mi altura, labios no tan carnosos como los de mi hermano que con verlos te invitaban a besarlos, los míos tenían una “sensualidad” distinta, era como si al verlos te diera tentación pero en el fondo sabías que era algo imposible para ti, o eso dijo uno de mis “amigos” y lo picudo de mis cejas me daba una apariencia más severa de lo que en realidad era. Amaba la forma de mis cejas y me gustaba mi rostro, pero odiaba la apariencia que les deba a los demás, ante los ojos de los desconocidos me veía arrogante, despectiva, sangrona e incluso cruel. Por ese motivo muchos se limitaban a no hablarme. Bueno, tal vez ayudaba el hecho de que no me vestía como la típica niña rica y mimada, con cientos de pares de zapatos que parecían armas mortales, vestidos cortos y kilos de maquillaje. Mi guardarropa prácticamente se limitaba a colores fríos, en especial negro. Siempre fui muy dramática y amaba la teatralidad, creo que en el fondo siempre quise imitar a mi madre cuando la veía en las películas y poco a poco se fue haciendo parte de mi personalidad. Enmarcaba mis ojos de negro y pintaba mis labios con sangre falsa como la que usan los niños en Halloween. No me veía exactamente como “emo”, “gótica” o “darketa”, pues ese no era el plan. Tampoco como la otra típica niña rica que por llamar la atención de la demás gente se teñía el cabello de colores fantasía, se llenaba de perforaciones y tatuajes. No me malentiendan, son cosas que estéticamente me parecen bellas, en algún momento de mi vida me gustaría tatuarme y tengo una perforación a cada lado de mis caderas. Pero usarlas y presumirlas para intentar que me vean de forma desesperada, eso era lo que odiaba. Aquellas que usaban frases como “lo hago porque los demás no lo hacen”, “no lo hago porque los demás lo hacen”.
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Nada es lo que parece "NIWIS"
RomanceSentí que mi vida pasó por mis ojos. Estaba a punto de morir, me perseguían. No sabía quién era… o quiénes. ¿Qué querían de mí? No podía detenerme, si lo hacía sería mi fin. No tenía buena condición física, maldije mentalmente por no haberle hecho c...