El comienzo

14 2 0
                                    

Era un día lluvioso. El agua brotaba por doquier, y la humedad se sentía en cada respiración... El chapoteo de las gotas de lluvia resonaba sobre el tejado de la enorme cabaña, y los últimos rayos de luz acabaron por marcharse caprichósamente, entre las nubes del firmamento, abandonando el pequeño ventanuco que observaba desde dentro laderas de infinito alcance, con árboles y más árboles cubriendo cada centímetro.

Ahí estaba yo, con las vestiduras maltratadas y la mirada perdida. Ahí estaba yo, aturdido, y entreabriendo los ojos..
"Qué puñetas es esto?!" me preguntaba a mi mismo, buscando que los muros de madera que me guardaban, me susurraran una respuesta...
Tenía la sensación de que en cualquier momento, algo malo iba a suceder, y tenía miedo... "Me cago en la leche, qué pinto yo aquí??"
Le pegué un puñetazo al suelo, en un brote de nerviosismo histérico, y mis lágrimas de impotencia... O de dolor, ya daban acto de presencia... Las horas parecían pasar a toda velocidad, y mis ganas de vivir se escapaban de entre mis dedos, como la arena blanca... Pero fué entonces cuando un último ápice de esperanza iluminó mi rostro.

Levanté mi débil cuerpo con pesadez, y me incorporé vagamente, pero con determinación... No comprendía el motivo de aquella extremada flojera que me cargaba las espaldas... Pero tenía una idea en mente : Salir de aquel extraño abismo, sea como sea, sin mirar atrás...
Parecía ser que estaba a una distancia incalculable de cualquier acto de presencia humana... Que estaba en las profundidades de aquel misterioso bosque, y del horror absoluto, pero ya no me quedaba opción.

Cada vez, una latente sensación de peligro se sentía más y más cerca, recorriendo mi cuerpo como un escalofrío intermitente, que hacía estremecer mi mandíbula... Tenía un objetivo claro : encontrar una llave. No parecía haber forma posible de salir de aquel infierno, mas que por la puerta misma, y esta se hallaba a pocos metros de mi, cerrada con llave, como la expresión de mi libertad y felicidad en mi destruida conciencia.

Me armé de coraje, coraje que nunca antes había tenido, y salí del lúgubre cuarto en el que me hallaba cautivo, lanzándome a la búsqueda, ya sin resquemor alguno.... Las paredes de madera estaban ya algo deterioradas, y el frío pasaba al interior en pequeños suspiros, haciendo mi cuerpo temblar. El pasillo se hallaba recubierto por una larga alfombra de terciopelo rojo, y se podían apreciar a través de la poca luz que las velas emitían, los brillantes ojos de unos {trofeos} de caza... De aquellas cabezas de ciervos y alces, que colgaban de las paredes cubriendo todas las superficies... Y que emitían un olor a podrido que era insoportable, atrayendo así los zumbidos de las moscas, que alazaban el vuelo sin ningún disimulo...
"Diablos, huele que apesta!! Pero quién coño puede vivir en esta porquería??!" me quejaba frustrado, y cubriendo mis hocicos con las sucias palmas de mis manos, buscando algo de alivio... Conforme iba caminando, una gota de lluvia que con astucia se había colado por una grieta, me golpeó la cabellera. Avancé hasta llegar a un cuarto contiguo, y entré a investigar lo más silenciósamente posible.

Empujé el portón que tapaba la entrada, y la madera rechinaba como nunca antes. Por un momento paré en seco, temeroso, y al no escuchar nada más allá que insectos y la lluvia, me decidí a entrar. Una vez ahí, una enorme cama con dosel de pesadas cortinas me dió la bienvenida. Había un busto de un imponente oso, colgado por encima del cabecero. A los lados, unas mesitas con varios cajones, que parecían llamarme con anelo. Fuí con recelo, e inspeccioné expectante cada uno de ellos...
Sorpresivamente, se hallaban vacíos... No contenían más que aire y humedad. Noté un hormigueo por mi dedo, y en seguida me percaté de la presencia de termitas. Pegué un salto de la impresión, para posteriormente quitármelas de encima y seguir buscando.

Me acerqué a la gran cama, adentrándome entre las cortinas, cuyas mantas eran pieles en mal estado, como todo en aquella estancia, y pasé mis manos con suavidad por los recobecos del colchón.... Tampoco sentí nada entre las palmas de mis manos, ni debajo de la almohada. A un lado, habían unos estantes, con velas que gorgoteaban cera blanca, y gran cantidad de extraños libros. Todos ellos sin nada escrito en su interior.
Sincéramente, cada vez, todo se iba volviendo más y más confuso, y mi cabeza estaba hecha un lío... Perdida en aquel dédalo de misterios...

Cuando me disponía a abandonar ese supuesto dormitorio, se pudo apreciar un golpe profundo, seguido de un abismal, pero corto silencio.... "Diablos!!" exclamé aterrado y tembloroso...
Entonces, la atmósfera se tornó cargante, y las llamas de los cirios se quedaron en penumbra. No había lugar a dudas. Algo estaba ahí conmigo, y tenía que huir lo antes posible... Antes de que fuera demasiado tarde para mí... Pero aunque las luces de las velas ya no centellearan, mi determinación seguía envuelta en fuego... No iba a quedarme de brazos cruzados, esperando a esa cosa que se me aproxima sin miramiento alguno.

Salí corriendo, lo más rápido que pude, y traté de buscar un lugar donde ocultarme... Pero para mi desdicha, el sonido de mis pasos incitó a aquel ser a venir hacia mi. Unas fragorosas pisadas retumbaban cada vez más cerca, y yo seguía expuesto al peligro. *Él* me iba a encontrar, y yo estaba paralizado de terror. Traté de salir de aquella extraña hipnosis en la que me hallaba inmerso, y me avalancé al primer cuarto que me topé, ganando así unos segundos más de vida... Porque ya veía cerca mi terrible destino...
El estruendoso ser se acercaba más y más, y mi pecho me bombardeaba con tanta intensidad, que no podía apenas respirar... En aquellas alturas, yo ya no veía absolútamente nada, la oscuridad era total. Estaba desorientado y petrificado, pero iguamente seguí corriendo.
Sentí a mis espaldas una fuerte respiración... Me giré lentamente, sabiendo lo que me esperaba, cuando de repente...

El Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora