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La casa de los Shibasaki resultaba algo intimidante las primeras veces que Yuujirou fue de visita. Se suponía que sólo estaba ahí por conveniencia cuando ambos tenían ensayos hasta tarde en la noche y temprano en la mañana al día siguiente, estando ese lugar más cerca al estudio que su propio hogar. Claro, al menos eso decían al principio. Cuando aún era difícil entenderse sin una discusión de por medio pese a al mismo tiempo ser siempre el primero en desvivirse por el otro.

Ahora era una especie de acuerdo tácito quedarse ahí cuando no querían despedirse todavía y estar solos sonaba más abrumador que relajante. Ya incluso la mánager Uchida había dejado de felicitarlos por su dedicación cuando llegaban juntos un par de minutos antes de la hora de sus lecciones. En vez de intimidante, ahora ese apartamento se sentía acogedor pese a ser más pequeño que el hogar de los Someya. La misma rutina de llegar, ducharse y ponerse ropa cómoda, repasar prácticas y eventos pendientes en su calendario, y quedarse dormidos nunca se les hacía aburrido.

—¡Ya llegué...!— exclamó Aizou por costumbre, a sabiendas de que probablemente nadie le contestaría. Estaba más acostumbrado a ser despertado tarde en la noche por el ruido de su hermano llegando de pasar el rato con su novia. No fue hasta que Yuujirou se quitó los zapatos que sintió que la tensión en sus hombros se aflojaba.

—Ah, hace demasiado frío.

— Ven, voy a prestarte algo de manga larga entonces.

Ambos avanzaron hacia la habitación luego de dejar sus mochilas de lado en un silencio cómodo.

Cosas Lindas [AiYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora