Prólogo.

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La academia Yuei no escatimaba en la comodidad de sus estudiantes.

Esa fue la primera impresión que tuvo Sero Hanta al ver su dormitorio, con un espacio considerable, dos armarios en cada esquina, una ventana enorme en el medio, una mesa redonda en el suelo a la derecha y unos dulces de bienvenida —eso leyó en el papelito que traían en la envoltura— en cada mesita de luz a un lado de las camas.

El azabache silbo, sintiéndose desde ya algo incómodo con la idea de compartir su espacio con otra persona. No es que le molestará de por sí la presencia de un tercero pero la adaptación le estaba costando. Seguía sin asimilarlo desde que sus padres lo dejaron en la puerta, con sus mejores deseos, junto con sus bolsos que contenían —prácticamente— toda la ropa que usaría durante nueve meses.

Al menos, esperaba que su compañero fuera alguien simpático.

Sin embargo, un azote en la puerta de entrada marcó que eso no sería posible.

—Hey, maldito, muévete de ahí. Es mí lado.

Sero giro para ver a la persona grosera que había llegado, viendo que se trataba de un chico un poco más bajo que él, cuyo cabello cenizo era ocultado por una gorra negra y tenía los brazos cruzados en una postura defensiva. No llegaba a ver el color de sus ojos debido a la gorra pero eso no era lo importante.

¿Por qué declaró que era su maldito lado apenas entró? ¿Quién mierda se creía que era? ¿El rey del lugar?

—No veo que tenga tu nombre —señalo sin ocultar el atisbo de molestia en su voz.

—Tiene mis putas maletas debajo de la cama —gruño el cenizo —Eso lo hace mí lado. Llegué antes, flacucho.

— ¿Flacucho...? —sintió un tic en la ceja el más alto.

El muchacho grosero lo paso de lado para tirarse en la cama, ignorando que el otro estaba ofendido y viéndole con molestia desde el otro lado. Después, para sorpresa del azabache, sí saco una maleta de debajo de la cama para abrirla y colocar el uniforme de Yuei sobre la mesita de luz.

Ignorando el mal inicio, el de ojos ónix quiso intentar otra vez interactuar con el otro.

¿Quieren adivinar cómo termino eso? Pues, muy mal.

—La ceremonia de apertura será mañana, ¿por qué sacas el uniforme ahora? —quiso saber con curiosidad —Tenemos tiempo para descansar y relajarnos.

—Tú haz esa mierda si quieres, yo no lo haré —bufo el cenizo poniéndose de pie, sacándose la ropa y dejando la gorra en la cama —Las jodidas llaves las dan en la recepción, a la cual debiste ir antes de entrar al dormitorio, idiota.

Hanta contuvo una palabrota cuando el chico cenizo con ojos rojos intimidantes —por un momento, deseo que se hubiera quedado con la jodida gorra puesta— dejo la habitación y tiró su bolso a la otra cama, para después sentarse y tirarse de espaldas en la misma.

Definitivamente, iría a pedir un cambio de habitación apenas terminara la ceremonia de apertura.

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