Carl tenía 15 años cuando murió. Su vida estuvo llena de obstáculos que un simple niño, no puede pasar solo.
El 6 de Junio, un día de otoño, conoció a una chica, ella era menor que él, pero lo que le llamó la atención fue que llevaba un alambre alrededor de su cuello, apenas respiraba, su cara estaba tornado de rojo y estaba allí, recostada agonizando. Él rápidamente se acercó, quitó las manos débiles de la chica del alambre y se lo quitó. Mientras la chica recuperaba el aliento, él levantó su cabeza y la posó en su regazo. "¿Qué hacías?" preguntó, con desesperación pero con un tono extrañamente calmado, con sus cejas curvas. El hecho era obvio, así que no esperó respuesta y no la obtuvo.
- ¿Por qué me detuviste? - preguntó, después de unos momentos la chica, evitando mirar el rostro de Carl mirando al nublado cielo.
El chico realmente no sabía que responder, no conocía quien era, ni tampoco de donde. Así que guardó silencio y solo miró una flor que aún seguía viva.
- No tenías el derecho a interferir - dijo levantándose.
- Tienes razón, no lo tenía - Carl también de levantó del café pasto donde se había sentado.
La chica se iba a ir, la situación no había salido como planeó y era incómodo seguir en aquel lugar con aquel chico, quien había frustrado sus deseos.
- No puedes irte todavía - dijo Carl tímido. La chica de cabellos cafés, se tornó hacia él.
- ¿Por qué no? - dijo ella extrañada, ofendida, a punto de estallar.
- Aún tienes la marca roja en tu cuello. Si viniste aquí, supongo que no querías que nadie te viera, que nadie supiera - el chico hizo una pausa, esperando algún tipo de defensa de parte de la chica, pero ella estaba allí escuchando, mirándole, mientras con su mano derecha tomaba su pálido cuello.- Te sugiero que te quedes hasta que la marca se desvanezca. -Carl estaba nervioso por lo que bajó su mirada y apretó sus puños, "¿Qué haces?" se dijo.
- Creo que tienes razón. - dijo ella sentándose a unos metros de los pies de Carl- No es necesario que te quedes, puedes irte.- encogió sus piernas, puso sus brazos alrededor de ellas y puso la barbilla sobre sus rodillas.
Carl entendió lo que quería decir. Se apartó del lugar donde estaba la chica unos metros más y se sentó cerca de una banca roja de cemento que estaba junto a un gran poste de madera.
- Yo también me intenté suicidar una vez, hace mucho tiempo, hace unos años- la chica miró a Carl.- Creo que tenía 7 años entonces, yo estaba enfermo y siempre tenía que ir al hospital, básicamente iba de paseo a mi casa -Carl miraba hacia la pampa vacía que estaba en frente.
- ¿De qué estabas enfermo?
- Cáncer.
- Eras muy pequeño... ¿Por qué querías...? ya sabes, ¿tus padres no se preocupaban?
- No, no. Al contrario, mis padres siempre han sido muy cariñosos, siempre hicieron lo posible para que yo me sintiera mejor.- dijo serio el chico.
- ¿Entonces?
- Verlos llorar, esforzarse tanto, perder horas de trabajo, que no pudieran tener una vida, solo porque yo tenía cáncer, no lo encontraba justo.- Carl miró a la chica y vio que por su mejilla corrían lágrimas.
-Debió ser muy difícil, eras solo un niño. No deberías de sentirte responsable de tantas vidas.- la chica rompió en llanto.
Carl logró ver que sus palabras, hablaban de ella misma. Él se acercó y la abrazó.
-Lloras mucho, ¿lo sabías?
-Oye, tu dijiste que me quedara, ahora te aguantas.- dijo la chica entre sollozos resoplidos.
Ambos se quedaron allí abrazados mientras el día se hacía de noche.
-Tengo que volver a mi casa.- dijo ella apartando los brazos de Carl.
-Sí... yo también. Ay, no.
-¿Qué pasa?
-Me había olvidado de algo. Se suponía que iría a jugar un partido con unos amigos.- dijo mientras veía la hora en su teléfono. Era un celular antiguo, lleno de botones por todos lados y una pequeña pantalla donde mostraba la hora, batería y demás.
- Lo siento.
-No, no es tú culpa. Ya lo dijiste, fui yo el que se interpuso.- dijo guardando el artefacto en el bolsillo.
-Creo que cosas malas le pasan a la gente buena y cosas buenas le pasan a la gente mala.- dijo ella levantadose.
-Y ¿Cuál serías tú en la historia?- preguntó con picardía y algo de preocupación.
-Te conocí a ti, interprétalo como quieras.- dijo mientras le sonreía- bueno. ya me voy. Adiós.- Se alejaba con prisa.
Carl después de lo dicho por la chica, sintió una mezcla de cosas. Alago, nerviosismo, emoción, preocupación, felicidad.
-Creo que vendré por aquí más seguido.- dijo con una sonrisa en la cara y se fue.
Sin duda un día para recordar.