La libertad en un beso.

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     Se dice, que la más grande prueba de amor entre un alfa y un omega es la procreación de un hijo fruto de su intenso amor, pero, ¿es esa realmente la máxima prueba? Para Lan WangJi no lo fue. A decir verdad, romper el vínculo con su pareja destinada y verlo marcharse, quizá para siempre, fue el acto más grade de amor que pudo dar.

Cuando se casaron todo era miel sobre hojuelas. De hecho, lo fue desde el primer momento en que se vieron, a los quince años, en el Internado de la familia Lan. Wei WuXian siempre dijo que fue amor a primera vista y Lan WangJi concordó en cada ocasión. Se enamoraron profundamente y creyeron que jamás se separarían, no cuando te vinculas a tu pareja destinada; pero no sucedió de tal manera. En su tercer año de matrimonio una noticia llegó.

—Felicidades, van a ser padres —la sonrisa de la doctora era amplia, genuinamente emocionada.

El corazón de Lan WangJi se elevó tan alto que se sintió flotar por la emoción, pero, por alguna extraña razón, el de Wei WuXian pareció ser aplastado. Tendría un hijo con el amor de su vida, fue algo que esperó desde la adolescencia, entonces, ¿por qué sintió que le apretaban la garganta para que no pudiera respirar? ¿Qué era esa opresión tan terrible que le borró el color del rostro?

Al llegar a su hogar Lan WangJi preparó para él la sopa de raíz de loto que tanto amaba comer y que aprendió de su cuñada, y le dio las gracias por tan majestuoso regalo. Acarició su vientre plano y pidió, a todas las deidades, que su hijo fuera tan hermoso, alegre y risueño como Wei WuXian. Dejó un beso sobre su frente, le dio un abrazo y durmieron los dos acurrucados como en tantas numerosas noches después de hacer el amor hasta el cansancio.

Las semanas pasaron y Wei WuXian siempre tuvo una sonrisa adornando sus labios. Tomó todas las vitaminas recetadas por su obstetra, fue a cada una de las citas médicas sin faltas ni retrasos, compraron ropa de diversos colores y comenzaron a decorar el cuarto del bebé incluso antes de que supieran su sexo. Pero la emoción genuina nunca estuvo ahí. Quería brincar de alegría, quería acariciar su pequeño redondeado vientre, ilusionarse con qué sería y a quién se parecería, saber si sus ojos serían tan claros como los de Lan WangJi o si pasaría su infancia entre travesuras y risas, pero no sucedió.

A los cuatro meses se reveló el sexo, un niño. Todos festejaron y la ansiedad de Wei WuXian creció. No se sentía capacitado para tener un hijo y conforme su cuerpo fue cambiando su autoestima se rompió a pedazos desiguales que parecían jamás volver a juntarse.

Lan WangJi lo abrazó cada noche, le dio palabras llenas de amor e importándole más su amado esposo, en algún punto de las primeras semanas de embarazo, no quiso forzarlo a ser padre cuando su cuerpo, su mente y su corazón no lo querían.

—Por supuesto que no —Wei WuXian le acarició la mejilla—. Nuestro hijo será la prueba más grande del amor entre los dos.

Los meses continuaron. Ambos fueron a terapia, aunque Wei WuXian pareció hundirse más y Lan WangJi sintió que una daga masacraba su corazón cada vez que lo veía parado frente al espejo, con la mano en el vientre regordete y el rostro nulo de emociones.

—Depresión perinatal.

Los dos asintieron. Iniciaron nuevos tratamientos y actividades juntos para distraer la mente de Wei WuXian, y, para que volviera tomar interés por las cosas que alguna vez disfrutó tanto, comenzaron a viajar a distintos lugares. Nada funcionó. Wei WuXian no mejoró sin importar qué.

Dos semanas antes del tiempo fijado para el parto Wei WuXian lloró, completamente derrotado, en los brazos de su esposo. No sabía qué más hacer—. ¡Soy un mal padre! —gritó hasta que la garganta le ardió—. ¡Mi hijo ni siquiera ha nacido y ya he fallado! —apretó los puños y golpeó el pecho de Lan WangJi—. No lo quiero, no siento amor, ni siquiera me hace feliz que pronto estará aquí —se limpió la nariz con la sudadera—. ¿Cómo puede un padre no amar a su hijo? Dímelo, Lan Zhan, por favor... Dime que no soy malo, dime que estará todo bien... Por favor.

La libertad en un beso | Lan MeiLingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora