[referencia del título: un argentino en Nueva York]
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resumen: Bart va de vacaciones una semana al país de su novio y empieza a dudar de qué tan bien lo conoce.
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── Le vas a encantar a mis primos, eres sumamente su tipo de amigo. ── Le comentaba Ed mientras sostenía sus maletas. Las de ambos, Bart estaba ocupado en estirar sus piernas después de horas de vuelo. Primero de Estados Unidos a Argentina y después de un viaje de Buenos Aires a Tucumán. Agregando el recorrido en autobús ("colectivo" según Eduardo) para la ciudad donde los familiares de Dorado vivían.
Allen miró a su pareja y para ayudarlo agarró su equipaje. ── ¿Crees qué mi español estará bien para tu familia? ── Preguntó la cosa que más podría llegar a molestar a la familia de Ed, porque a pesar de estudiar con maestros y practicar con amigos, pero se sentía inseguro.
── Está perfecto para mí, estará perfecto para ellos.
── No tienes que mentirme.
── No lo hago. ── Le agarró su mano libre y comenzó a caminar hacía el barrio de su infancia. Mientras le iba platicando sobre sus parientes.
...
─
─ ¡Eduardo, hijo querido! ── Una señora de pelo castaño, bastante mayor, se levantó del sillón que estaba en la vereda de la casa. Estirando los brazos y recibiendo a su nieto. ── Andas muy flaco, mirá, puro hueso. ¿Tú padre sigue comprando esa cosa asquerosa soja?
Era algo gordita, con una pollera que le llegaba hasta los tobillos, radio pequeña en mano y ruleros en el pelo. Labios pintados de rojo y anteojos puestos.
── No, abue, pero como estoy trabajando...
── ¡Laburando de tan chico!, ya le vas a decir a tu abuelo que abandonaste la... oh, ¿y ese muchacho? ── Dejó de abrazar a su nieto para mirarlo. ── Hola, corazón, ¿vo' so'?
── Eh... Bart Allen, señora.
── ¡Qué hermoso nombre! ── Se acercó, mirándolo de cerca. Para sorpresa del extranjero besó sus dos cachetes. ── ¿So' el novio de Edu, no?, no para de hablar maravillas de vos. Entra, por favor, mi marido anda haciendo changuitas por ahí. ── De escuchó un pitido adentro de la casa. ── ¡El agua del pollo! ── Entró a la casa, gritando maldiciones.
── Le caes bien. ── Alentó Eduardo.
── ¿Por qué me besó?
── Así saludamos, también entre hombres. Somos bastante afectivos.
Ambos entraron a la casa, Bart mirando los distintos tipos de fotos, de santos y vírgenes. Había algunas cosas que por ser extranjero que no entendía, como porqué había un señor con rulos en medio de un círculo de velas y un listón negro pegado a la foto.
── Mi abuelo ama más a Maradona que a nada. ── Comentó, riéndose. Entrando a su antigua habitación, que estaba perfectamente limpia y ordenada.
Al prender la luz vio las paredes azules, con vatios posters viejos de un hombre musculoso, sin camisa y rubio de pelo largo, con guantes de box.
── Vicente Viloni, uno de mis luchadores favoritos. También el Chino Maidana, pero no encontré nunca algo de él y... ── Abrió su maleta, comenzando a sacar su ropa. Antes de que pudiera seguir hablando fue interrumpido.
── ¿Y quién es ese? ── Señaló otro póster pero con un hombre de pelo largo y con rizos.
── Cerati, un cantante. ── Explicó, comenzando a guardar todo.
── ¿Y dónde estoy yo? ── Apoyó su cabeza en el hombro del tucumano. Burlón.
── En mi corazón.
── Aww.