A diferencia de las tiendas que generalmente eran frecuentadas por los nobles, la tienda general de Moncharto era un lugar al que los pueblerinos asistían. Por supuesto, algunos nobles aparecían de vez en cuando en el lugar, pero esto solo ocurría cuando sus ojos se encontraban con algún ítem que aún no poseían.
"No puedo creer que he vuelto a este lugar" pensó Jessica.
La última vez que Jessica había visitado la tienda había sido, en su vida pasada, tres años después de su matrimonio. Para ese entonces, a Jessica le había parecido difícil entrar al palacio, por lo que se encontró, "accidentalmente" con alguien que vendía y compraba información en la tienda general de Moncharto.
El desconocido dueño de la tienda, quien es, al mismo tiempo, una reconocida figura dentro de la sociedad, simpatizó con Jessica al encontrarse en una situación similar. Es gracias a esa persona que logró convertirse en una poderosa duquesa.
"Bueno, esa persona murió en mis manos luego de un tiempo, pero..." pensó.
Tiempo después, el tercer príncipe le ordenó lidiar con el dueño de la tienda, sin embargo, Jessica se negó a hacerlo. Pensó que sería lo mejor... pero su decisión solo la hizo ver como una malvada persona.
Jessica abandonó a la persona que tanta ayuda le había dado cuando estuvo en problemas.
"Eso no pasará esta vez." Decidió Jessica.
Jessica aún no entendía el porqué le habían dado la oportunidad de una nueva vida. Nunca había sido una persona creyente y siempre maldijo a todos los que le causaron algún mal. Sin importar que razón sea, había obtenido una nueva oportunidad. Jessica obtendría su venganza en quien la asesinó; esa era la mejor manera de agradecer esta nueva vida.
En orden de expiar sus pecados, la mujer se preocuparía de salvar a todas aquellas personas que asesinó en su primera vida. Ese sería el objetivo de su nueva vida.
—¿Va a entrar...?
La voz de Alter llamó la atención de una quieta Jessica. Se había quedado observando el letrero de la tienda por más tiempo del normal, causando que la atención de los pueblerinos llegará a ella y provocando el inicio de una lluvia de murmullos.
Era sumamente extraño ver que la joven muchacha del marquesado Viterne estuviera ahí, congelada, observando la tienda.
—¿Qué hace este carruaje noble en un lugar como este?
—¿Cierto? No hay nada que sea interesante para los nobles aquí.
—Bloqueando el camino de esta forma... iba a comprar un par de juguetes para mi niño hoy, pero, viendo esto, creo que se agotarán antes de que siquiera pueda entrar a la tienda...
Alter no escuchó las quejas de los pueblerinos y llamó la atención de Jessica, quien volteó a mirarlo. Los murmullos cesaron tan pronto los ojos claros de la chica analizaron la situación en la que se encontraban.
No sintió remordimiento o sospecha alguna con ellos, pero, de alguna u otra forma, estos se sintieron intimidados con ella.
Apareció, entonces, un cambio de atmosfera en el lugar. El rostro de Jessica se iluminó al sonreírle a Alter, quien fulminaba con su miraba a las personas que rodeaban a la joven señorita. Los pueblerinos exclamaron ante el cambio de su expresión, el cual otorgaba una sensación de un cálido día de verano.
—Debemos irnos ahora.
Los ojos que hace un momento se habían mostrado como el frío hielo, se convirtieron en lunas crecientes de un hermoso color a azul, similar al zafiro. Sus mejillas se enrojecieron, haciéndola ver más dulce de lo que uno podría oler en una fragancia.