Cap. 1

6 0 0
                                    

—¿Otra vez estás en las nubes? —preguntó Rosa mientras se sentó a mi lado—. Te fuiste sin decir nada. ¿Te sientes bien?

—No es nada. Solo quiero descansar un rato.

Rosa me abrazo tiernamente —Tengo que volver, pero cualquier problema que tengas puedes hablar conmigo.

—Gracias, te veré en casa —me pare y camine por la ciudad mientras pensaba en Rosa.

Era mi roomie desde hacía un año y de todas las opciones ella parecía ser la mejor, de hecho era muy buena. Creí que todo sería como las películas y así fue,  Rosa desprendía alegría a cada lugar que iba, parecía hacer amigos en cualquier lugar debido a su linda personalidad, su apariencia también llamaba la atención de los demás, su hermoso cabello rubio ondulado y su rostro lleno de pecas destacaban sus ojos color miel y a pesar de ser algo pequeña siempre usaba tacones que la hacían brillar.

Yo en cambio era muy diferente a ella, tenia el cabello y ojos negros, era un poco más alta que Rosa, por lo que solo usaba tenis y era algo introvertida, aun así tenía el deseo de hacer amigos y salir a fiestas, pero al estar ahí no sabía que hacer, no suelo hablar mucho, prefiero leer un buen libro o ver una película y cuando estaba de buen humor dibujaba en el parque, terminaba llena de pintura pero me hacía feliz o eso creía.

Últimamente estaba algo decaída, veía a Rosa salir casi todas las noches y tenía varios novios, no duraba ni un mes con uno, sentía algo de envidia, quería salir y ser como ella pero no importa si intento hablar más o salir, todo seguía igual.

Suspire. Era patética, tenía que estar feliz por Rosa, porque a pesar de todo ella siempre estaba ahí para mí y me animaba.

De repente toque mi bolsillo del pantalón y no sentí mis llaves, corrí de vuelta a la fiesta y las encontré en un jarrón de cristal, que suerte. Las tome y me dirigí a la puerta, pero escuché a Rosa.

—Me siento mal por Luna, quería que se divirtiera conmigo, pero me evito todo el tiempo y tenía una mala expresión, creo que no se estaba divirtiendo.

—Así es ella. No es tu culpa, tu intentas ayudarla y te desprecio —dijo una amiga de Rosa.

—Aún no entiendo porque sigues intentando ayudar a Luna, es una amargada —mencionó Jack.

—Cariño no digas eso, es una buena persona en el fondo —dijo Rosa acariciando la mejilla de Jack.

—Tu eres un ángel —se acercó y la besó.

Aguanté las lágrimas y salí de ahí.

No estaba triste, estaba furiosa. ¿Cómo podía decir eso? Ella misma me dijo que me quedara en el sillón y que traería a alguien, pero nunca llegó. No podía creerlo. 

Me senté en una banca  del parque y empecé a llorar, me sentía frustrada, si me hubiera acercado, podría cambiar su opinión sobre mi, pero era inútil, ellos nunca me creerían, no podía hacer nada. No valía nada.

De pronto sentí una mano en el hombro, me volteé y vi a un niño pequeño de cabello pelirrojo y mejillas redondas.

—¿Por qué estás llorando? —preguntó una voz dulce.

—No es nada, pero ¿qué hace un niño en el parque a estas horas? —lo mire algo extrañada.

—¿Puedes verme?

Me quedé helada, estaba pensando en tantas cosas y sentí un escalofrío. Me paré evitando al niño y empecé a correr, de pronto sentí a alguien tomarme de la mano.

—¡NO TE LLEVES MI ALMA QUIERO VIVIR!—grite asustada con los ojos cerrados.

Esperé y nada pasó, escuché una risa y vi al niño riéndose a carcajadas. Detrás de él vi a un chico corriendo a nuestra dirección.

—¡DYLAN! ¿Qué te he dicho de asustar a las personas? —tomó al niño en brazos.

—Lo siento, pero se veía triste y su reacción fue muy divertida.

El joven me miró fijamente, su mirada azul me examinaba de arriba a abajo, se veía igual al pequeño, como una versión más grande.

—Lamento si te asusto, es algo travieso y escurridizo —lo miró furioso y el niño sonrió de forma inocente.

—No seas duro con él, solo estaba jugando y no te preocupes. Ya me iba de todos modos.

—Espera. Se que no es de mi incumbencia, pero ¿por qué llorabas? —me miró con lástima.

Era un completo extraño y quería desahogarme. Si hubiera sido otra ocasión hubiera corrido a casa, ahora mismo él era mejor que nada. Me limpié la cara y me senté en la banca, el chico me siguió y le dije todo.

—Básicamente tu amiga manipula a todos a su alrededor, incluyéndote.

—No es así...

"Era gracioso, nunca me había puesto a pensar en eso".

—Si quieres dejar de sufrir, te recomiendo alejarte de tu amiga —se levantó y se fue.

Era algo aterrador. Suspire cansada, no sabía cuánto tiempo había pasado, revisé mi teléfono y eran la 1:11 a.m, eso explicaba por qué me sentía exhausta. Volví al apartamento y como esperaba, Rosa aún no llegaba. Lo prefiero así.

Me metí a la cama sin siquiera cambiarme, sin embargo no podía dormir, pasó el tiempo y escuché los pasos torpes de Rosa. De repente recordé toda la furia que sentí y me paré a enfrentarla.

—¿Qué te pasa Rosa? —pregunté sería.

Rosa me miró sonriente mientras sostenía sus zapatos.

—Luna, mi querida Luna. Me sorprende verte despierta —respondió con los ojos medio abiertos.

—Y a mi me sorprende que actúes como si nada después de hablar a mis espaldas.

Rosa cambió su expresión a una mirada fría.

—¿De qué estás hablando?

—Te escuché hablar con tus amigos y me pareció interesante lo que les dijiste —conteste molesta.

—Luna no sabes de lo que hablas y me ofende que piense eso de mi cuando yo soy la única que se preocupa por ti ¿no te invite a la fiesta porque estabas aburrida? —preguntó indignada.

—¡ROSA NO INTENTES ENGAÑARME! —grite desesperada por sus mentiras.

—Tu no entiendes —empezó a llorar—. Cuando te fuiste les dije que me iría contigo y te echaron la culpa, intenté calmarlos para que no te molestaran —chillo.

Verla así me hacía sentir culpable, tenía razón, siempre estaba al pendiente de mi.

—Olvídalo. Fue mi culpa por enojarme sin razón, me iré a dormir —Rosa dejó de llorar y sonrió, me dirigí a mi cuarto y me tiré a la cama.

Estaba cansada, era imposible lidiar con ella.
Aún así me sentía triste y después de darle muchas vueltas en mi cabeza, caí en un sueño profundo.

Me desperté babeando, miré el reloj y era la 1:00 p.m por suerte era sábado y podía seguir en cama, volví a cerrar los ojos, pero el hambre me obligó a pararme. Me dirigí a la cocina y me quedé boquiabierta.

Sombras  RobadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora